Carlos Yepes A.
cyepes@hotmail.com
Muchos ciudadanos de Neiva consideraron en su momento que vivir sobre la Avenida la Toma se convertiría en un privilegio dada su estratégica ubicación y la belleza de una de las avenidas más tradicionales de la ciudad y optaron por invertir en apartamentos que para entonces eran “lo mejor de Neiva”.
Poco a poco este encanto se ha ido diluyendo por diversas razones. Primero la oportunidad de vivir en casas en la parte oriental de la ciudad, buscando mejor clima y confort; segundo, al no haberse superado la parte ambiental de la avenida en cuanto a sus olores y el haberse convertido el corredor de la avenida en centro de consumo de drogas, produce un natural descontento; y, por otra parte, se suma el “descontrol” por parte de planeación municipal que viene permitiendo la proliferación de cuanto negocio deseen colocar a lo largo de la avenida sin importar si afecta o no la tranquilidad y convivencia.
El oriente a pesar de su dificultad de movilidad, ha venido cautivando desde la última década la decisión de inversión de gran parte de los que en su momento invirtieron en los edificios de La Toma, muchos se han ido a casas nuevas a los denominados conjuntos y otros, conozco en particular dos casos, han retornado a sus apartamentos cansados del trajín que implica subir y bajar transitando en medio de un pesado tráfico, se traduce en pérdida de bienestar y comodidad frente al vivir cerca del centro.
La avenida fue objeto de una obra hace unos años, el colector de aguas negras, que pretendía evitar que las aguas servidas tuvieran como destino el canal, sin embargo, encontramos hoy de manera inexplicable como siguen en algunos puntos cayendo aguas negras a la quebrada con la consecuente afectación ambiental.
Y si de caminar se trata, además de los olores de las aguas negras, mantiene allí un penetrante olor a marihuana. Se consume y se vende a lo largo de toda la avenida bajo la mirada complaciente de la ciudad, sin ningún pudor por parte de quienes la consumen y bajo la completa ausencia de autoridad alguna, a
pesar de esto un importante grupo de ciudadanos hacen ejercicio caminando desde tempranas horas hasta la media mañana.
Era de suponer que pagar por vivir en un estrato cinco, como lo son todos los edificios sobre esta avenida, les daría al menos la posibilidad de contar con un entorno apropiado, pero no fue así, la música y el consumo de drogas hasta altas horas de la madrugada se ha convertido en un problema de nunca acabar, la policía acude a los llamados, pero al voltear la esquina ya nuevamente están los negocios subiendo el volumen de manera desproporcionada. Esta falta de conciencia ciudadana lleva a que los niveles de convivencia se vean afectados generando desacuerdos y desgastes innecesarios entre los habitantes, de ahí nacen los problemas de intolerancia que se traducen en violencia y muchas veces en pérdida de vidas.
La ciudad se debe ordenar, los habitantes deben aprender a ser ciudadanos, se hace necesario como siempre lo he manifestado “un acuerdo para vivir mejor” partiendo en este caso de la necesidad y el derecho a convivir en una ciudad que nos ha permitido a muchos ser los que somos hoy -ciudadanos de bien – en espera de que se nos respeten nuestros derechos, los cuales nunca dejaremos de reclamar.
Ojalá las autoridades municipales y la Policía Metropolitana puedan ayudar a que los residentes sobre esta avenida vean compensados sus aportes a la ciudad, de otra manera no se explican como los ubican en un estrato tan alto en una zona prácticamente invivible.
