Luis Humberto Tovar Trujillo
Esta expresión se le atribuye a Alvaro Gomez Hurtado, cuando se refería en su época, al hacer una aproximación a la definición del Estado, y cobra especial actualidad.
Complicidades con la delincuencia nacional e internacional, llegando al extremo de desconocer la totalidad de tratados internacionales de todo orden, máxime referidos a derechos humanos, y al derecho internacional humanitario.
La doble moral de invocar en épocas pasadas, esos mismos recursos jurídicos para defender delincuentes, y atacar al Estado de derecho, ahora en este gobierno, son desconocidos en el mismo sentido.
Difícil entender en tan poco tiempo, el conocimiento y el desconocimiento de algo, salvo la existencia de una enfermedad, o ser deliberadamente cómplice del delito.
Esa actitud maniquea, ahora le llaman cambio, en forma delirante, ha llevado al extremo la lucha contra la corrupción, pero con actores reconocidamente corruptos, que han dejado en la sociedad una estela de podredumbre, que ya el pais da asco, por los altos niveles de descomposición social en todos los sentidos.
Esas complicidades con el delito, en todos los ordenes del Estado, teniendo como gran protagonista al gobierno, hacen que desaparezca esa confianza legitima que debe existir entre gobernantes y gobernados.
Navegamos en un mar descontrolado, estamos en medio de un tsunami, un acontecer descontrolado del Estado y la sociedad, donde nadie cree en nada distinto, que volverse aliado del delito, como medio de supervivencia.
Complicidad de la justicia con el delito y los delincuentes; del Congreso igualmente; del gobierno y sus instituciones ni se diga, son los lideres con el cuento de ser redentores del estado y la sociedad para la paz, esa expresión que la han convertido en maldita, por el abuso en su invocación.
La han convertido en un estafadero, y hasta en escampadero de bandidos, para salvarlos del cumplimiento de la ley; y en eso se incluyen los gobernantes, para justificar las complicidades.
Las complicidades han llegado al punto máximo de haber permitido la sustitución de las instituciones por el delito y sus delincuentes; por tanto, no hay otra razón para el desorden en que sobrevivimos.
Cada día así, es caldo de cultivo para actuar según la ley del Talión; ojo por ojo y diente por diente; al sálvese quien pueda.
Si la ley, según los designios del derecho natural y del general Santander, fue concebida para darnos la libertad; el colocarla al servicio del delito, es la mas completa esclavitud; en consecuencia, nos hemos vuelto esclavos, por el incumplimiento deliberado de la ley y ese regimen de complicidades.