Por: Beatriz de Majo
Una sequía sin precedentes y altas temperaturas inimaginables están castigando a China tanto como a otros lugares del planeta. Sin embargo, las implicaciones para el gigante de Asia son bastante más severas. El hermetismo informativo de sus autoridades no permite ver en toda su extensión el tamaño de esta crisis, pero ya resulta evidente que la dramática falta de agua terminará por agudizar la desaceleración de su crecimiento, la cual viene haciéndose visible desde la pandemia del covid-19 y a todo lo largo de este 2022.
El río Yangtzé, en sus 6.300 kilómetros de recorrido, atraviesa una pérdida de caudal nunca vista en varios siglos. La principal reserva de agua potable del país está seca en varios tramos y a las poblaciones ribereñas les toca vivir al ritmo de los cortes de suministro eléctrico que el propio río aporta a las centrales productoras del fluido. De sus aguas beben 400 millones de chinos. La consecuencia en términos del malestar social es grave para una población que tiene aún presente las penurias y el caos provocado por la Gran Hambruna, del periodo 1958-1962, la que tuvo también un origen parcialmente ambiental.
Las autoridades regionales esperan un serio impacto sobre el agro del país y sobre el aprovisionamiento de alimentos. Las cosechas de arroz y de soya —cuya siembra fue retrasada por culpa de la lentitud de suministros, ocasionada a su vez por la pandemia— están, ciertamente, en riesgo de reducirse de manera notable, lo que puede llevar al país a una situación desesperada en el otoño. No olvidemos que en China, una nación con 1.400 millones de bocas que alimentar, las necesidades de arroz, trigo y maíz de la población local dependen en un 95 % del suministro interno.
Las estaciones hidroeléctricas sembradas a lo largo del río han estado en alerta y han debido suspender operaciones en múltiples ocasiones en las últimas semanas llevando a la paralización de las actividades de miles de industrias que se alimentan del flujo que estas proporcionan. Toda la región de Sichuan, conocida como la Provincia de la Abundancia, no solo por su colosal producción agropecuaria, sino también por la concentración de industrias pesadas, medianas y livianas, depende en un 80 % del abastecimiento hidroeléctrico.
Esta situación no se resolverá por inercia. Los servicios internos de meteorología anunciaron, a inicios de este mes, que la media del incremento de las temperaturas chinas ha sido el doble de las mundiales y que la tendencia es que se mantenga en esos niveles. Inevitablemente, China se está de nuevo volcando hacia el carbón como fuente energética interna.
Las penurias económicas internas de este origen ambiental están poniendo al país en severos aprietos, lo que muestra lo imperativo de actuar en favor de un mejor equilibrio doméstico en la producción de energía para todo tipo de usos. A escala global, visibiliza la grotesca e irresponsable contribución de China —el mayor país productor de polución— a la crisis ambiental que la humanidad enfrenta y que es hoy prioridad de todos los países avanzados.
No obstante, al hablar de la crisis climática, en Pekín los líderes miran hacia otro lado, cuando lo que toca es actuar con urgencia