Por: Melquisedec Torres
No está claro el rezago, seguramente colonial, de llamarle doctor en Colombia a cualquier persona con título profesional o sin él, pero con un algún cargo relevante. Esta particular manera de hacerle la venia a quien ostenta algún diploma universitario u ocupa un cargo de importancia es vista desde afuera como cosa extraña. En una de las audiencias del célebre caso Colmenares, el reputado científico y profesor español Miguel Botella, presente como perito, mostró su asombro al escuchar cómo todos en la audiencia se llamaban entre ellos; Botella le dice a la juez: “curioso que aquí todos se llaman doctor y doctora, y a mí me dicen profesor, a pesar de que en esta sala el único doctor soy yo”.
Por ello sonó muy atractivo que, el 10 de agosto pasado, el presidente Petro lanzara una convocatoria: “Para todo ciudadano o ciudadana con título de doctor en Colombia o en el extranjero que quiera colaborar con la conducción del gobierno, abrimos este link para que se pueda inscribir https://petro.presidencia.gov.co/”. Petro llamaba a los verdaderos doctores —con doctorado—, a los del más alto grado académico. Al abrir el enlace, invitaban a los doctores a aportar “a la construcción de un nuevo país”, viviesen en Colombia o en el exterior y desearan retornar “para aportar su experiencia y conocimiento al gobierno del cambio”.
El resultado fue extraordinario: se inscribieron 20.349 personas, de las cuales 16.199 residen en Colombia y 4.150 en el exterior, datos muy buenos considerando que, según el Ministerio de Ciencia, en Colombia hay unos 17 mil doctorados.
El proceso y respuesta del gobierno, pésimos: en un escueto y feo trino, el secretario de Presidencia, Mauricio Lizcano —quien ostenta estudios de los Andes, Cambridge Business College, Phoenix Institute Notre Dame, Harvard y el MIT—, informó que, de esos 20.349, habían seleccionado a 1.979 “para continuar el proceso”. ¿Cuál proceso, para qué, cómo, qué les ofrecen, dónde los nombrarán o contratarán? No se sabe aún.
Y a los restantes 18.370 doctores les enviaron un mail: “agradecemos su interés en participar; no obstante, le informamos que no ha sido seleccionado. Muchas gracias”. ¿Seleccionado para qué, con qué criterio seleccionaron o no? Vulgar respuesta, al estilo de las tapas de gaseosa, “siga participando”.
Resulta absurdo y grosero que un nuevo gobierno, que justamente los convoca para hacer el cambio, que esboza a toda hora su plan de gobierno hacia la educación y el conocimiento, les esté dando un tratamiento de quinta categoría a los verdaderos doctores del país, donde aún tenemos cifras bastante bajas de ese alto nivel de formación. Aunque hemos mejorado, pasando de 103 programas de doctorado en 2009 a 385 en el 2019, y de 3 doctores en 2008 a 16 en 2021 por cada millón de habitantes, aún estamos lejos de los indicadores medios del mundo. En 2016, el promedio latinoamericano era de 48 doctores por millón de habitantes, 92 en Brasil, 48,6 en México y 38 en Chile. “Doctor” Petro, “doctor” Lizcano, sean serios, respétenlos