DIARIO DEL HUILA, SOSTENIBILIDAD
«Compactar» las ciudades permitiría urbes con una movilidad más sostenible, sostiene el arquitecto y catedrático de la Universidad Europea, José Luis Penelas, quien se muestra, no obstante, más partidario de crear nuevas metrópolis, con inversiones en infraestructuras, tecnología o investigación, pero pensando siempre en las personas, en «los aspectos ontológicos».
Las ciudades «cuanto más compactas son, mucho más sostenibles», porque liberan mucho más espacio verde, son menos agresivas con el suelo, los desplazamientos son menores, la movilidad es mucho más eficaz, se consume menos, se gasta menos en combustible y las bolsas de calor se reducen, asegura el experto en urbanismo.
Algunos catedráticos de la Universidad Europea sostienen que con ello surgirán «ciudades totalmente distintas», con la posibilidad de poner parques en las partes superiores de los edificios o hacer parques sobre autopistas verdes, eso es «totalmente posible y es menos caro que lo que tenemos ahora y redundaría en beneficio de todos y en la salud de todos los ciudadanos».
Las actuales son ciudades «maquilladas», pero no se resuelven los problemas, se pueden mejorar, pero «no será una mejoría total».
Es necesario, en ese orden de ideas, «replantearse» el diseño urbano, porque se han proyectado ciudades, barrios… «basándonos en las ciudades tal como se han diseñado en los últimos 20 siglos», un concepto que «está obsoleto», basado en el «sistema reticular de la ciudad griega».
Propone nuevos sistemas de pensamiento, para integrar las nuevas tecnologías, los nuevos sistemas computacionales que sean capaces de ir incorporando todos los nuevos sistemas para generarlas, «que están basadas en la interioridad del ser humano».
Son ciudades que deben llegar a funcionar «con gasto de energía cero, que se puede llegar a conseguir», con la hipermovilidad que se extiende a todos los sistemas y «cambiando de mentalidad».
Para ello plantea hacer una inversión espacial en cuanto a la ubicación y reubicación de todos los elementos que componen una ciudad, un proceso que se haría «por capas», contemplando una para los peatones, otra para la movilidad de patinetes o bicicletas, que tienen otro grado y nunca deberían estar al mismo nivel que los automóviles, lo que se realiza mediante la elevación de infraestructuras.
Todo lo anterior se denomina la «movilidad amable», que consistiría en un nuevo concepto de urbanismo, entendiéndola como una «extensión e interconexión propia con los sentidos del ser humano», como la vista, el tacto, entre otros, que pueden prolongarse a todos los elementos de la ciudad, en «una especie de organismo vivo basado en el crecimiento celular y basado en la naturaleza».
Un ejemplo de todo ello son las «ciudades bosque», que serían transitables, pero vistas desde el aire «prácticamente no se ve como una ciudad sino como un gran sistema verde, creando un microclima a escala urbana, y que es lo que se reclama actualmente».
Es decir, la «interiorización» de las ciudades por el ser humano, diseñadas desde los sentidos, desde la percepción, no solo desde lo físico, unos «organismos vivos» que serían cambiantes y se irían adaptando en tiempo real a las necesidades demandas por la sociedad, los sistemas políticos, económicos, entre otros.