Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez
En Colombia, con tozudez refinada, se trata de arrinconar lo religioso, y. en especial, volver despectivamente la espalda al “hecho católico”, que lúcidamente reconoció el presidente López Michelsen para pedir a la bancada suya en el Congreso dar la aprobación del Concordato con la Iglesia Católica en 1977. Hay empecinados en hacer pinitos de supuesto ateísmo, y buscar cómo arrinconar esa fe católica del pueblo colombiano, que es su gloria y esperanza. Mientras tanto, en la Gran Bretaña, se da imponente y oficial adhesión a su fe cristiana anglicana en largos y fervorosos homenajes religiosos a la recientemente fallecida Reina Isabel II.
Es hecho palpable en la historia de la humanidad que la fe religiosa es signo de avance de pueblos que salen de bárbaras costumbres, y que el retorno a éstas es fruto de arrancar del corazón y mente humanos, la fe en un Dios ordenador de recto caminar humano. El volver la espalda a Dios lleva a la ridícula y torpe adoración de vicios y becerros de oro.
En ese obstinamiento se echa mano de manifiestas erróneas afirmaciones, a las que hacen darles cabida aún en honestos pensadores, como que “Colombia es un Estado Constitucionalmente laico”. Falso, de toda falsead pues su definición es de “Estado Social de Derecho” según su mismo Prologo, que invoca, más adelante, la asistencia divina.
No es “Estado Laico” el que su Constitución establece enseñanza religiosa en los centros educativos, cuya ausencia será por solicitada excepción. No lo es en donde se reconoce legalidad a matrimonios realizados ante entidades religiosas de especial seriedad como la católica, y en donde se reclama respeto al pensamiento religioso de todas las personas. Estos, y varios puntos más, muestran la falsedad de tal afirmación a favor de la cual se han presentado repetidas argumentaciones, pero siguen dándole crédito a lo contrario esos discípulos de Voltaire con su “calumniad, calumniad”, que de la calumnia algo queda” llamada hermano de un “mentid, mentid”.
Esas nuestras afirmaciones no contienen fanatismo religioso sino vehemente defensa de benéfica religiosidad del pueblo colombiano, que ha agradecido a gobernantes que públicamente han expresado gratitud al Sagrado Corazón, impulsando la construcción de la Basílica del “Voto Nacional”, al cesar guerras fratricidas, por su intercesión, entre los siglos XIX y XX. También la Coronación por el presidente Suárez de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá como “Reina de Colombia” en 1919.
“Libertad de Cultos” de un pueblo no es aplastamiento de culto católico, sino respeto consciente de la fe de un pueblo como hemos tenido en Gran Bretaña en la despedida de su Reina, con manifestaciones religiosas solemnes, y gran respeto de los católicos a personas e instituciones diferentes a las suyas. Estamos ante grande lección de “esperanzadora majestad religiosa”, en contraste con actuales obstinadas actitudes contrarias a la fe en nuestra maltratada Colombia. Quiera Dios de estas reflexiones lleven a civilizado comportamiento de autoridades y líderes colombianos que quieran de verdad guiarnos por sendas de verdadero avance y superación.