Hoy se inicia una nueva etapa entre las relaciones comerciales y diplomáticas con nuestro vecino país de Venezuela. Los medios de comunicación a nivel internacional han coincidido que ante la crisis humanitaria y de seguridad en la región, la reapertura de la frontera de 2219 kilómetros es un imperativo y uno de los hitos más esperados luego del restablecimiento de las relaciones que había anunciado el presidente Gustavo Petro durante su campaña presidencial. Después de siete años de un bloqueo casi total, se inicia un nuevo proceso de hermandad comercial que nunca debió darse, por la tradición histórica que siempre se ha mantenido desde tiempos pretéritos. Por culpa de ideologías absurdas, los dos pueblos fueron los afectados por estas decisiones políticas. Así, se espera el tránsito regular de bienes y personas, generando un nuevo ambiente propicio para mejorar el bienestar de las ciudades, organizaciones empresariales y por lo tanto de personas que, de lado y lado, han sufrido este flagelo de este cierre peligroso y tenebroso bloqueo desde hace tres años.
A partir de las 10 a. m. esta línea que marca los límites entre Colombia y Venezuela volverá, formalmente, a ser una frontera abierta. El hecho se oficializará a través de un acto protocolario en el puente internacional Simón Bolívar, que une a Villa del Rosario con San Antonio del Táchira, tras el cual se producirá el paso simbólico de unos camiones de carga de ambos países. Así empezará la reapertura de una frontera a la que Nicolás Maduro le dio un portazo hace siete años, el 19 de agosto de 2015.
Pero no todo es color de rosa. Los Estados Unidos y algunos países de la región y de la Unión Europea, no ven con buenos ojos, que Venezuela sea garante de los diálogos de paz que se adelantan con el ELN en la Habana Cuba. Tal es el caso de los senadores republicanos estadounidenses Marco Rubio y Chuck Grassley que consideran alarmante la postura hacia Estados Unidos del presidente de Colombia, Gustavo Petro, y advierten que los cambios en la política antidrogas colombiana pueden perjudicar a la estrategia regional.
Por eso las grandes expectativas que se han generado deben ir acompañadas de prudencia y de paciencia. La reapertura y la diplomacia son el camino, pero Colombia nunca debe perder de vista que está tratando con una dictadura. En todo caso, por el bien de los pueblos de ambas naciones, que han compartido una larga historia, por los grandes intereses de lado y lado, es de esperar un entendimiento fluido y franco que permita resolver problemas como el de la seguridad fronteriza y, ojalá, vientos de cambio en el hermano país que den paso a una democracia transparente avalada por la comunidad internacional.