Amaury Machado
Según encontró un nuevo estudio, la privación crónica del sueño aumenta la producción de células inmunitarias vinculadas a la inflamación, al mismo tiempo que altera el ADN de esta clase de células.
El estudio publicado el 21 de septiembre en la revista Journal of Experimental Medicine, fue realizado en un grupo pequeño de adultos sanos. «No solo se elevó la cantidad de células inmunitarias, sino que pueden haberse conectado y programado de una manera diferente al final de las seis semanas de privación del sueño», indicó el coautor del estudio Cameron McAlpine, profesor asistente de cardiología y neurociencia en la Facultad de Medicina Icahn de Mount Sinai en la ciudad de Nueva York. «Combinados, estos dos factores podrían potencialmente predisponer a alguien a enfermedades como la cardiovascular», añadió.
Se necesita una cierta cantidad de inflamación del sistema inmunológico para que el cuerpo luche contra las infecciones y sane las heridas, pero un sistema inmunitario hiperactivo puede resultar dañino y aumentar el riesgo de trastornos autoinmunes y enfermedades crónicas, advierten los expertos.
«Este trabajo se alinea con las perspectivas en el campo de que la falta de sueño puede aumentar el riesgo de diabetes tipo 2 e hipertensión», dijo Steven Malin, profesor asociado en el departamento de kinesiología y salud de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey.
«Entonces, prácticamente, estos hallazgos respaldan las ideas para desarrollar buenos hábitos de sueño, de modo que la mayor parte del tiempo duermas de manera adecuada», agregó.
Para mantenerse saludable, el cuerpo necesita atravesar cada noche cuatro etapas del sueño varias veces. Durante la primera y segunda etapa, el cuerpo comienza a disminuir sus ritmos. Eso nos prepara para la tercera fase: un sueño profundo, de ondas lentas, en el que el cuerpo literalmente se restaura a sí mismo a nivel celular, al reparar el daño del desgaste del día y consolidando recuerdos en almacenamiento a largo plazo.
El sueño de movimientos oculares rápidos, conocido como MOR (o REM en inglés), es la etapa final en la que soñamos. Los estudios han demostrado que la falta de sueño MOR puede llevar a un déficit de memoria y resultados cognitivos deficientes, así como a enfermedades cardíacas y otras condiciones crónicas. Incluso, a una muerte prematura. Por otro lado, años de investigación han encontrado que el sueño, especialmente el más profundo y curativo, estimula el funcionamiento inmunológico.
Dado que cada ciclo de sueño dura aproximadamente 90 minutos, la mayoría de los adultos necesitan dormir de siete a ocho horas relativamente ininterrumpidas para lograr un sueño reparador, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por sus siglas en inglés).
El estudio evaluó a 14 personas jóvenes y saludables sin problemas para dormir. Sin embargo, la duración de la investigación fue bastante larga, lo que le dio fuerza, indicó McAlpine. «Muchos estudios sobre el sueño son de un día, dos días, tal vez una semana o dos», dijo. «Pero hay muy pocos que analizan la influencia del sueño durante un período prolongado de seis semanas, que fue lo que hicimos», añadió.
Todos los participantes del estudio usaron acelerómetros de muñeca, lo que permitió a los investigadores vigilar la calidad y la duración del sueño durante cada período de 24 horas. En las primeras seis semanas, cada participante del estudio durmió entre siete y ocho horas completas, justamente, la cantidad que los CDC recomiendan para los adultos. Sin embargo, en las seis semanas siguientes, el sueño se redujo a 90 minutos por noche.
Luego de cada ciclo de seis semanas, a los participantes se les extrajo sangre por la mañana y por la noche y se analizó la reactividad de las células inmunitarias. No se encontraron cambios negativos en las personas que durmieron lo suficiente. Sin embargo, después de que los participantes del estudio pasaran seis semanas con restricción del sueño, los análisis de sangre detectaron un aumento de cierto tipo de células inmunitarias en las muestras extraídas por la noche.
«Esta defecto de la privación del sueño fue muy específico en un tipo de célula inmunitaria llamada monocito, mientras que otras células inmunitarias no respondieron”, explicó McAlpine. “Este es un signo de inflamación”.
Los análisis de sangre también encontraron cambios epigenéticos dentro de las células de los monocitos tras el largo período de privación del sueño. Los epigenomas son proteínas y sustancias químicas que se asientan como pecas en cada gen, esperando para decirle «qué hacer, dónde hacerlo y cuándo hacerlo», según el Instituto Nacional de Investigación del Genoma Humano. El epigenoma, literalmente, activa y desactiva los genes, a menudo en función de desencadenantes ambientales y comportamientos humanos como fumar, seguir una dieta inflamatoria o sufrir una privación crónica de sueño.
«Los resultados sugieren que los factores que pueden modificar la expresión de genes de las proteínas relacionadas con la inflamación, conocidas como epigenoma, se modifican por la restricción del sueño», explicó Malin. «Este cambio aumenta el riesgo de que las células inmunitarias sean de naturaleza más inflamatoria. El estudio no realizó medidas funcionales o clínicas para confirmar el riesgo de enfermedad, pero sienta las bases para futuros estudios que consideren estos mecanismos», añadió.