La columna de Alan
Por Alain Perdomo Herrera
Recuerdan la frase “usted no sabe quién soy yo”, orgullo básico de las personas, que ha sido pronunciada con arrogancia por las más variadas personalidades de nuestro país: Alcaldes, Concejales, borrachos de toda índole, con la intención de alardear de alguna particularidad como autoridad, funcionario público o sencillamente para sacar a flote esa instancia psíquica “EL EGO” que hace de ello una máscara social, para mostrar lo que no se es. El turno le correspondió la semana pasada al senador del Centro Democrático, Alirio Barrera, quien se presentó a su sitito de trabajo “El Congreso de la República” con sombrero, ruana y montado en su caballo, con el argumento que el presidente de dicha corporación les había autorizado traer a cada uno su mascota preferida.
El hecho mencionado no deja de ser ridículo, sobre todo por tratarse de una persona de estas calidades, que representa a sus electores, y que fue elegido para que legisle y no para que llegue a su sitio de trabajo a hacer el show “saliendo frente a las cámaras y llamar la atención de los periodistas”. Si bien, El Congreso de la República ha tenido serios cuestionamientos por su trabajo legislativo y por el comportamiento de algunos de sus miembros, no se debe pisotear lo poco que le queda de legitimidad, no debe hacer más gravosa la institucionalidad, de lo ocurrido nace una pregunta obligada ¿cómo nos ven desde el exterior?; se confunde el Senador al querer demostrar que en Colombia a pesar de las dificultades la gente es alegre, lo que es totalmente diferente a la bobada.
El hecho no es nuevo, y tomó gran importancia el tema de los animales en el Congreso a partir de la constitución política de 1991, no era para menos, al ser un Estado participativo se abrió la oportunidad para que la sociedad quisiera vincularse de diversas maneras, así lo hicieron locutores, deportistas, periodistas, abogados entre otros, que no habían sido políticos pero que lograron llegar a tan alta dignidad. Este fenómeno se observa también al inicio de la instalación de un nuevo congreso cada cuatro años, llegan personajes con algunas excentricidades, y viven su cuarto de hora, algunos fueron más allá, pero el impulso les duró poco, las fuerzas no les alcanzaron para enfrentarse a la maquinaria pesada y se valieron de metáforas para representar lo que sucedía allí adentro. Edgar Artunduaga Sánchez, senador (2002-2006), periodista de profesión tiene una abundante literatura relacionada con las intimidades políticas en Colombia, entre ellos: HP “historias particulares de los honorables parlamentarios (2006)”, “Artunduaga desnuda al Concejo de Bogotá (2008)”, “sexopolítica (2009)”,” circo de la política (2014), en ellos retrata la cruda realidad de nuestro Congreso, el cual describe como un zoológico en donde habitan algunas especies como lagartos, zorros, micos, sapos, etc. Moreno de Caro, senador (1998-2000) no se quedó atrás, y llevó a las sesiones legislativas gatos para que se comieran las ratas, llevó veneno para matar ratas, llevó alacranes para representar cierto sector de la sociedad, también llevó culebras para significar a las víboras. El autor de esta columna desconoce si tanto los libros escritos y las comparaciones hechas están asociadas a la realidad.
Que los quince minutos de fama del Senador Barrera, le permitan entender y entrar en razón frente a un hecho muy concurrido por estos días como lo es el maltrato animal, es que llevar un ejemplar de estos al Capitolio Nacional, desafía la lógica, conducirlo a un sitio como este que no es su habitad le genera reacciones al animal, su naturaleza es para el campo, un establo, en donde tenga lo necesario para vivir en condiciones naturales.
No se distraiga senador en recoger el guano de su mascota en las baldosas del Congreso, dedíquese a trabajar.