Aníbal Charry González
El presidente Petro recientemente, frente a la posición negativa que asume la oposición a todas sus propuestas de cambio con el fin de cumplir con su programa de gobierno, ha manifestado que “El principal rival del Estado, del Gobierno, está en su interior. Es un enemigo interno representado por creencias, maneras de pensar, no simplemente por personas, que al final lo que producen en concreto es que no se permitan los cambios, a pesar de que el presidente quiera. Eso es lo que vamos a vivir. El enemigo interno es el acumulado de normas y pasos hechos en la administración nacional durante décadas para defender intereses particulares poderosos e impedir los cambios a favor de la gente”.
A pesar de que el presidente Petro, identificó con claridad cuál es ese enemigo interno, que no se refiere específicamente a personas y menos de su Gobierno, para desmentir la cizaña de los medios de comunicación al involucrar con perfidia como destinatario del mensaje a su ministro de Hacienda José Antonio Ocampo, quien manifestara que las tierras que había que comprar para llevar a cabo la reforma agraria no se podían comprar con Títulos de Deuda Pública (TES), sino a ese entramado normativo o sea al sistema legal y jurídico construido por el establecimiento en su beneficio durante años, que se opone a cualquier cambio que se quiera hacer que afecte sus intereses y que en la práctica hace imposible de la mano de los tecnócratas del régimen, que estos se produzcan para beneficiar al grueso de la población sumida en el hambre y la pobreza, y agobiada además por la corrupción rampante.
Y por eso se preguntaba el presidente Petro, de donde iban a salir los recursos estimados en 60 billones para comprar las tierras, sino se podía acudir a los TES porque no era legal , cuando sí se podían hacer carreteras por esta vía pero la reforma agraria no se podía hacer , demostrativo de la incoherencia de ese entramado legislativo hecho a la medida del establecimiento para oponerse a cualquier cambio, cuando se sabe que no hay ninguna otra manera de que el Estado pueda llevar a cabo ese ambicioso proyecto aplazado durante años, y vital para salir de la atroz violencia -al cual se ha opuesto sistemáticamente la oligarquía terrateniente acudiendo a la misma violencia-, sino es apelando a este instrumento de los gobiernos para financiarse, que de entrada se niega para impedir que se concreten los cambios en beneficio de la gente.
Y lo mismo sucede con la reforma tributaria, que la oposición ha dicho marrulleramente que no se necesita para que las élites, como lo sostiene con acierto el senador Gustavo Bolívar, no tengan que pagar impuestos justos, “mintiendo con descaro y jugando con candela”, pues “Si se hunde la Tributaria, la calificación baja, los intereses suben y el país se hunde”. Y no hay duda de que en el establecimiento le apuestan a eso y al fracaso del gobierno Petro para seguir reinando en medio de la corrupción y la violencia.