Diario del Huila

Méritos infundados

Oct 22, 2022

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Por: Amadeo González Triviño 

Se alarman los unos y los otros, sin distingo, por aceptar y reconocer que el Gobierno Inglés, decidió en su política de inmigración, no exigir visa para los turistas colombianos que deseen visitar ese país. 

Que triste que las mentes insulsas y sin criterio, sean los voceros de unos y de otros. Lo esencial y lo fundamental es el hecho de que, en el tránsito de todos los gobiernos juntos, se presentan situaciones que llevan a que un mandatario reclame como suyo, algo que no lo es, y que solo se corresponde con ese deber, esa obligación y esa carga de gestionar y representar al país en la formulación de políticas de beneficio social y humano y que sean mecanismos de integración y reconocimiento de la identidad nacional, más allá de las fronteras patrias. 

Debemos pregonar o hacer una manifestación de éxito o de rechazo por la gestión diplomática en uno u otro sentido y, por lo tanto, ese hecho de reconocimiento o censura no es la base o el fundamento para despotricar de unos y de otros, ni para que se quiera enrostrar bellezas o gestiones de quienes han dejado un sinsabor por su cuestionada política de corrupción y de improvisación en sus gobiernos. 

Los colombianos hemos vivido y soportado los gobiernos que los colombianos no nos merecemos, pero que han sido los elegidos en su momento. La historia se encargará con el paso del tiempo de reconocer o de valorar el aporte que cada dirigente o cada administración hayan propiciado o contribuido para la satisfacción de las necesidades o para ayudar a convalidar las formas de vida que tenemos, añoradas muchas veces, cómo si nos fueran ajenas o estuvieran lejos de nuestros proyectos de vida. 

Hemos y seguimos siendo hijos de la improvisación y del sensacionalismo, mientras la política siga convertida en un ejercicio del servicio para nuestros propios beneficios o para hacer un altar o entronizar en el santoral a uno de nuestros dirigentes, estaremos de espaldas a la realidad. No olvidemos además que los políticos que conocemos y que hemos tenido en el poder, no lo han hecho por y como consecuencia de un ministerio social y humano, sino que han sido colocados en su puesto por el sanedrín de las economías dominantes o por, incluso, una subvaloración de quienes han participado en dichas contiendas, eligiendo al menos indicado en su momento, o dejando de valorar al que termina siendo elegido. 

Constante de la vida y del dolor ciudadano que hasta la presente no tiene remedio, es el hecho de que la percepción del bien y del mal, está erigida y está direccionada única y exclusivamente por la forma como se recibe una prebenda, una mermelada o se calla y silencia un delito o una conducta censurable, omisión de poder que es y ha sido la forma de actuar de la Administración de Justicia y los entes de control de éste “Estado de Derecho”, que sigue en deuda y que se erige como un monumento al esperpento de una constitución de papel, distante del cumplimiento de sus postulados y principios ciudadanos. 

La función pública y los que ocupan el poder en todos los gobiernos, son seres transitorios que no tienen y no han tenido el valor y la dignidad de darle sentido de pertenencia a las instituciones, es por ello que los funcionarios públicos, de todas las ramas del poder en Colombia, hacen parte con pequeñas excepciones, de aquellos que por defender un salario y un puesto y una antigüedad, solo sueñan con cotizar y pagar un subsidio para después vivir de una pensión o de una incapacidad mental como la que siempre han puesto al servicio del Estado, para “vivir sabroso”, como ha sido su ideal y su esperanza. 

No nos alarmemos entonces, por cuestiones sin sentido, y sigamos buscando la dignidad y el reconocimiento de nuestros valores, así estemos “arando en el mar”. 

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