Atalaya

Por: Libardo Montealegre Murcia

Hay consenso global sobre la necesidad de racionalizar y evolucionar hacia del cambio del uso de los combustibles fósiles a renovables.  En lo publico y en lo privado se vienen dando pasos serios para descarbonizar las economías desarrollando nuevos vectores de energía, mejorando la eficiencia del uso de la energía, reduciendo las emisiones de gases efecto invernadero a la atmosfera , y llegando a acuerdos globales en las Conferencias de las Partes  denominadas COP (por sus siglas en ingles ) que es una reunión anual en la que 195 países asumen compromisos  en favor del medio ambiente y el desarrollo sostenible como mecanismos para controlar el cambio climático .  La más celebre de estas conferencias fue la COP 3 en 1997 cuando se firmó el Protocolo de Kioto que alcanzó acuerdos importantes para controlar la misión de gases a la atmosfera   y la COP21 de Paris, célebre por lo que significó como mínimo avance en los acuerdos globales para confrontar los efectos del cambio climático y asegurar que la temperatura de la tierra no aumente más de 2 grados por los efectos desastrosos que tendrían un aumento mayor para la supervivencia humana.

Colombia ha participado en todas estas conferencias por lo que el tema no es nuevo, y ha adquirido compromisos que son cumplibles y son medibles sin poner en riesgo la estabilidad económica del país ni la de sus habitantes.

En relación con la matriz energética de Colombia “Colombia tiene una de las matrices de generación eléctrica más limpias del mundo. A diciembre de 2018, la capacidad instalada de generación en el Sistema Interconectado Nacional fue de 17.312 Mega-watts (MW). De esta capacidad instalada, el 68,4% correspondió a generación hidráulica, casi el 30% a generación térmica (13,3% con Gas Natural, 7,8% con combustibles líquidos y 9,5% con carbón) y aproximadamente el 1% con Fuentes No Convencionales de Energía Renovable (FNCER) (eólica, solar, y biomasa)” (“La matriz energética de Colombia se renueva”, Planas, Cárdenas,2019).

Lean mis amigos lectores, la pequeña participación del gas natural y de los combustibles líquidos en la distribución de la matriz energética. No es para alarmarse. Tampoco para fijar una nueva política de estado tendiente a terminar con una de las fuentes más importantes de recursos para la nación como son la explotación de los hidrocarburos.

Ahora bien, la descarbonización, en términos de no volver a explorar los hidrocarburos en el país es una peregrina idea que nos dejaría sin soberanía energética, ya lo dijo este gobierno al iniciar su gestión, dependiendo del gas de Venezuela, nos dejaría sin los recursos fiscales que genera la exportación del petróleo, pero por sobre todo empobrecería el país en la medida que tendría que importar combustibles cuando los tienen en el subsuelo. Si la idea es decrecer la economía, acabar la economía, pues ese es el camino. Pero ese planteamiento para nada traería bienestar y desarrollo. El estado tiene que colaborar en la creación de riqueza para que esta se irrigue en la economía, no en la destrucción de riqueza para que la pobreza sea el denominador común de la sociedad.

La discusión de la descarbonización debe darse técnicamente, debe darse con interlocutores válidos. ¿Pregunto, alguien le ha escuchado una cifra o una cita técnica a la ministra del decrecimiento económico que sustenten su peregrina idea? ¿En manos de quien está el futuro de un sector tan vital para economía del país? La descarbonización es un tema serio, con grandes connotaciones económicas y sociales y su discusión amerita interlocutores serios y argumentos técnicos válidos