Diario del Huila

Los pasos para una conversión verdadera

Oct 29, 2022

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La columna de Toño

Por el P. Toño Parra Segura

 padremanuelantonio@hotmail.com

El escenario de este encuentro de Jesús con Zaqueo fue en la ciudad de Jericó, asentada en medio de un frondoso oasis, donde Pompeyo acampó una noche y también donde Herodes erigió una fortaleza  que llamó Kypros, en honor de su madre; la adornó, edificó varias quintas para la gente rica, un hipódromo y un anfiteatro y canalizando el agua la rodeó de jardines. La ciudad ofrecía el aspecto de un inmenso teatro.

Esa Jericó herodiana había de recibir a Jesús en su viaje a Jerusalén. Allí curó a uno de los ciegos, por el mismo camino lleno de peligros sirvió de marco para la parábola del buen samaritano y hoy recibe a Jesús seguramente en medio de mucha gente que lo agolpaba para escuchar su palabra. Era casi imposible ver a Jesús acercarse y tocarlo, por eso Zaqueo, este personaje importante, jefe de publicanos, diríamos hoy connotado capitalista y dirigente de un sector social de muy mala reputación, decide subirse a un árbol.

Curiosamente el dinero siempre corrompe de injusticia al hombre y lo marca con el rechazo de sus víctimas.

Pero este hombre de pequeña estatura, era susceptible a los ojos de Jesús de una conversión y la gracia que precede siempre el encuentro con Jesús le presenta un sicomoro para saciar la curiosidad de verlo pasar.

De parte del Señor, el gesto es audaz y libre de prejuicios y por eso escandalizó a los de siempre, a los fariseos que lo vieron entrar en una de las casas más ricas y confortables de Jericó, pero al fin a “la casa de un pecador”.

El primer paso para la conversión es, como hizo Zaqueo, buscar a Jesús, así sea por simple curiosidad y exponiéndose a las burlas de estar encaramado en un árbol, siendo tan importante en el pueblo.

Cuando uno busca a Jesús, Él siempre se detiene, como lo hizo con Zaqueo. Sabe su nombre, lo tutea y le ofrece una visita a la casa. Cómo debió sentirse ese hombre de mala reputación ya casi lavado de toda su miseria, ante la invitación de Jesús.

El segundo paso es darle hospedaje con alegría en la casa. Escuchar su Palabra porque esta abre todas las puertas, aún las más cerradas por los ídolos. El Señor habla de “hoy”, luego la conversión tiene un tiempo y no se puede dejar pasar. El defecto común para no convertirnos es dilatar el tiempo del compromiso; “si hoy escucháis su voz no endurezcáis el corazón”  dice el salmista. Zaqueo lo escuchó en su día y por eso el Señor también le dice “hoy llegó la salvación a esta casa”.

El último paso es el desapego de los bienes que fueron quizá la causa de su pecado. Zaqueo está dispuesto a dar la mitad de sus haberes a los pobres y resarcir la estafa de lo mal habido devolviendo cuatro veces más de lo cobrado.

Jesús no entra a la casa del rico para adaptarse a su modo de vivir, ni a pedirle nada; lo hace como profeta y cuando un profeta pasa, siempre deja huella del cambio que hay que hacer.

La sola presencia de Jesús buscada con alegría, sin prevenciones, sin respetos humanos, hace que este este hombre de pequeña estatura adquiera la identidad de convertido con unos signos inmediatos. El hombre rico se hizo pobre de espíritu, y expresó esa pobreza con hechos de desprendimiento espontáneo y libre.

Su conversión no es idealista, ni dilatada para mañana; es pronta y eficaz y lo lleva a hacer justicia. También los ricos tacaños e injustos son hijos de Dios y para ellos la salvación está más que en sermones amenazantes, en la misericordia que tuvo Jesús al ofrecerle la visita de amistad. Nuestra conversión debe seguir esos pasos para que sea pronta, eficaz y salvadora.

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