POR: Jorge Eliseo Cabrera Caicedo
Al momento de escribir esta columna, el partido republicano aventajaba al demócrata en las elecciones del senado (tercera parte) y de la cámara (total) en los Estados Unidos. En el senado, por una sola curul (49-48) y en la cámara por 17 sillas (209-192), lo cual supone, aún con la mayoría solamente en la cámara, una parálisis en los programas del presidente Biden, Se prevé una política migratoria más dura, lo mismo que frente a las tiranías de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Aunque los dos partidos han coincidido en la frontal lucha contra las drogas ilícitas, el partido Republicano ha sido más contundente en ese aspecto. Indudablemente, ese resultado, de alguna manera, tendrá que ser tenido en cuenta por el gobierno colombiano, especialmente en lo referente a las relaciones políticas y comerciales con Venezuela, el asunto de la proliferación en el país de los cultivos de coca y sobre la extradición.
De otro lado, la ministra de Minas anunció el cronograma para la elaboración de una nueva hoja de ruta para la transición energética “teniendo en cuenta algunos avances del país”, mediante un “diálogo social” que se prolongará por 6 meses. Nos da la impresión de que se trata de una estrategia para manipular la adhesión “del pueblo” a la absurda y torpe decisión de no autorizar nuevas exploraciones y explotaciones de petróleo, gas y carbón en el país, sin ningún plan energético, técnico, confiable y viable, como debe hacerse.
Hasta ahora, como lo manifestó recientemente el director de la Revista Portafolio, “el tono y los mensajes del presidente Petro en la cumbre climática COP27 no muestran la intensión de brindar a la política energética colombiana de la gradualidad, la sensatez fiscal y la sostenibilidad operativa requeridas para desplegar la transición”.
Nos preocupa sobremanera la falta de conocimiento del actual gobierno sobre la estructura del país y su afán por descalificar y extirpar las instituciones para tratar de convencernos de la maldad de ellas y, por consiguiente, justificar su necesaria refundación. “El diálogo público” solamente consiste en obtener descalificaciones. Un estadista reconocería otras visiones, tendría una valoración objetiva de los problemas y buscaría soluciones serias y responsables.
