Diario del Huila

Siempre es mágico conocer otras culturas que nos hacen soñar

Dic 3, 2022

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DIARIO DEL HUILA, DIARIO DEL BORONDITO

Por: Nicolás Motta

De Ecuador nos quedan los mejores recuerdos, la majestuosidad de los sitios recorridos ha sido de las experiencias más fabulosas de nuestra vida. Ahora en Quito contamos un poco de la cultura de los sitios y de nuestras aventuras.

Después de chupar frio y agua por tres días a la orilla de las lagunas de Mojanda, nos regresamos a Otavalo, un pueblo donde la mayoría de su población es indígena, son artesanos y la primera lengua -de la mayoría de gente- es el Quechua. Llegamos cerca del mediodía, con algo de hambre, aprovechamos para ver cómo era el movimiento de productos agrícolas y fuimos a la plaza de mercado más grande que había.

El espacio era muy bonito, es más, nos sorprendió la organización de los puestos, el salpicón de colores que entraba por los ojos, al entrar a la sección de frutas y verduras, los grandes tejidos que lograban en caña, hasta el edificio, que tenía un techo con diferentes niveles que permitían un flujo de aire y luz muy agradable.

Nos pusimos a buscar alguito de comer, el hambre estaba pegando duro. Llegamos a la sección de comida:

  • ¿A como comen por aquí?

– a dólar cincuenta mi veci con Yahuarlocro

– ¿Quejeso mi veci?

– Caldito de sangre

– Hágale, hágale


Empezábamos a aprender un poco de Quechua, Yahuar es sangre y logro es guisito. Era como un ajiaco con sangre, sin pollo, sin guasca y combinado con pepitoria santandereana. Un plato interesante que seguramente no volveremos a pedir si tenemos la oportunidad de hacerlo.

Salimos de ahí a conocer La Plaza de los Ponchos, un lugar famoso por reunir a los artesanos de la comunidad para ofrecer sus productos, al caminar entre los puestos nos dimos cuenta de que de artesanía quedaba muy poco y ya se estaba llegando a una industrialización del producto, en todas vendían lo mismo, lo único que cambiaba era el precio que nos daban. Naturalmente, estas personas son duros negociantes y los precios los daban dependiendo de la cara del marrano, muchos tenían unas carrozas, algunos incluso estaban vendiendo artesanías prácticamente en el baúl de camionetas BMW, la razón es los dueños del negocio viven de la exportación, pero como ir a misa todos los domingos bajan a la plaza. Ya saben, el que tiene tienda que la atienda.

Una nueva experiencia

Seguimos recomendaciones de los locales y armamos plan para subir hasta el volcán de Cotacachi para conocer la laguna de Cotacachi o laguna de los dioses. El lugar estaba a 45 minutos de donde nos estábamos quedando, hicimos dos intentos para subir hasta allá. El primero fue fallido, el clima no nos favoreció, pero aprovechamos la subida para comprar el whisky más barato que encontramos; la segunda fue exitosa, entramos a la reserva natural sin problema. Hay diferentes planes en el parque.

Nosotros empezamos la caminata, pero la dejamos tirada en el 20%, vimos venir a lo lejos una tormenta, la misma que nos tapó del privilegio de ver el Volcán Imbabura, Cayambe y el Cotopaxi. De todas maneras, la experiencia fue relinda, pudimos ver las islas en la mitad de la laguna, los patos volando de un lado a otro, muchos árboles y una panorámica especial a la ciudad de Otavalo.

Otro parche que hicimos fue ir a ver la cascada del Peguche, esta sí era casi dentro de la ciudad. En el parque donde estaba la cascada había piscinas que se hubieran podido utilizar en un día soleado -no era nuestro caso-, espacios para acampar en medio de árboles gigantes y al final del recorrido, el premio gordo, la cascada. La caminata fue bastante amigable, sé hacia sobre un sendero de piedra muy bien logrado, muchos mensajes sobre la importancia de la conservación del medio ambiente y muchísimo verde.

Después de cubrir con las obligaciones, era momento de seguir, el siguiente punto que teníamos marcado en el mapa era Quito, pero queríamos hacerlo después, lo íbamos a usar de punto medio entre la montaña de los Andes y la playa, así que seguimos derecho hacia Baños. 

Llegar a Quito

Acá la teníamos clara, aguas termales y cascadas. El pueblo era muy turístico, creo que había más gringos que locales -incluyéndonos en la gringomenta-, -descripción del pueblo-. Decidimos iniciar por la ruta de las cascadas, son tres: el Manto de la Novia, el Pailón del Diablo y Machay, en ese orden se visitan. Todas tenían algo en común, había que bajar pendientes muy pronunciadas y obviamente al regreso, subirlas. Vimos a algunos gorditos sufrir en la subida. Retomando, en la primera nos colamos pues no estaba quién nos cobrara el dolarito de la entrada, la segunda 2 dólares y la tercera 1.50. La primera y la segunda fueron espectaculares, el Pailón del Diablo fue la favorita de todos y la más amigable para caminar. El recorrido hacia la cascada era el que estaba mejor organizado, la subida más suave y la vista a la furiosa caída del agua era la cereza del pastel.

Teníamos una cita a la que no queríamos faltar, ir a visitar el punto más cercano al sol de toda la tierra, el Volcán Chimborazo. Queríamos tocar el sol, como Maná, por eso dejamos a nuestro Charles Manson -Chami- con los planes sobre una nueva comunidad Hippie tirados en la mesa. Les aclaro, con sus 6250 m.s.n.m., no la hacen el pico más alto del mundo, pero por la forma elipsoide que tiene nuestro planeta, si lo hacen el más cercano al sol. De subida hacia el volcán encontramos paisajes de altura, el pasto verdoso parecía una sábana sobre las suaves curvas que daba la montaña. Había muchos lagos donde cultivaban trucha y una especie nueva para nosotros, el camello andino más hermoso -a mi gusto- que íbamos a encontrar, la vicuña.

Empezamos a subir hacia el refugio. Hay refugios en casi todos los volcanes, son utilizados como el último punto de preparación y dormida antes de empezar a hacer cumbre en un volcán, no era nuestro caso. Al acercarnos al edificio nos encontramos rodeados de nieve, algunos de nosotros no la habían conocido así que hicimos una parada a hacer una guerra de bolas de nieve, tomarnos fotos y orinar.

Un majestuoso lugar

Ya teníamos la vista del rey de los Andes, una que otra lagrima cayo a nuestros pies al tener el primer vistazo. Es realmente increíble, entendimos porqué civilizaciones antiguas los trataban como dioses. Era un monstruo de piedra cubierto de nieve en frente nuestro. Las nubes un poco celosas no nos quisieron dejar ver su punta, no se podía tener todo el paquete, pero con lo que teníamos estábamos muy bien. 

A la salida del refugio nos encontramos a un viajero que salía de la niebla, un tipo de Israel que venía caminando desde la puerta del parque hasta el refugio entre el frío y nieve. Para nosotros eres un héroe Amit. Le ofrecimos un poco de whisky para que se calentara, lo rechazó, pero nos aceptó un tintico que teníamos. Le preguntamos si planeaba bajar todo esto caminando, se lo pensó y se subió con nosotros. Había tardado horas en subir lo que nosotros hicimos en minutos, el terreno era agresivo, no subió por el hecho de subir, hablamos de nuestros viajes y adivinen qué ¡Este tipo había estado en Neiva!, intercambiamos historias, nos recomendó visitar las islas Galapago -no íbamos a poder- y le enseñamos un poco de jerga colombiana -nada de groserías, sorprendentemente-. Nos quedamos con ganas de visitar más volcanes, ya teníamos nuestro siguiente en mente.

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