Por Diana Sofía Giraldo
Al reflexionar sobre la experiencia de escuchar, durante casi dos décadas, el profundo dolor vivido por las víctimas de la violencia y también por quienes han retornado de los grupos armados, llegué a una conclusión sobre el mal más hondo que aqueja al pueblo colombiano: la orfandad.
La ausencia de padre, común a tantos hogares, deja una herida que se refleja en baja autoestima, inseguridades muy profundas traducidas en permanentes combates entre la defensa y la agresión como un modo de sobrevivir; entre ser víctima y verdugo. Son combates individuales que alimentan la discordia colectiva. Aun en los grandes contradictores en la política subyace la ausencia de padre como el lugar común donde nació el dolor, hoy transformado en odio.
En la carta apostólica Patris corde, el Papa Francisco sorprende esta vez con una descripción muy actualizada y personal de la sicología de San José, “tan cercano a nuestra condición humana”. Un santo migrante, que hizo “don total de sí mismo”… «acogió a María sin poner condiciones previas”.
“Y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María”, afirmó el Pontífice.
Nos presenta un José que, iluminado por el Espíritu Santo, “no es un hombre que se resigna pasivamente”. Tiene el don de la fortaleza “para acoger la vida tal como es, para hacer sitio incluso a esa parte contradictoria, inesperada y decepcionante de la existencia».
Este San José, que no evade su realidad sino la mira a los ojos, es para el Papa «un padre en la acogida». «José no buscó atajos sino que enfrentó con los ojos abiertos lo que le acontecía, asumiendo la responsabilidad en primera persona».
Para el Papa, el ejemplo de San José está vigente en “un mundo que necesita padres y rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción”.
Recalca el Papa que no se es padre por traer un hijo al mundo, “sino por hacerse cargo de él responsablemente”. Y con su desbordante sentido común hace de la celebración del año dedicado a San José, una oportunidad para enseñar sobre la paternidad: “ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir”.
Buen tiempo, este de la pandemia, para dejar que San José nos enseñe, como lo hizo en su hogar de Nazaret, a “tener fe en Dios y creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades y de nuestra debilidad”.
Teniendo en cuenta nuestras profundas raíces católicas, este año dedicado a San José es propicio para que sicólogos, educadores y sacerdotes busquen sanar la herida por ausencia de padre, que está en la fuente de los enfrentamientos entre los colombianos.