Por: Yefer Vega
Este 8 de Marzo se conmemora el Día Internacional de la Mujer, como reconocimiento a su labor dentro de la sociedad y a su constante lucha por la construcción de una sociedad más igualitaria, equitativa e incluyente para las mujeres.
El mundo aún es testigo de incontables hechos de discriminación en contra de las mujeres, en el trabajo hemos evidenciado cómo la pandemia profundizó la brecha laboral y en la mayoría de los casos aumentó las cargas de las mujeres debido a la multiplicación de tareas de atención y cuidado en el confinamiento. De acuerdo con la veeduría distrital, en Bogotá, por cada hombre que perdió el empleo, tres mujeres perdieron el suyo. El llamado “techo de cristal” no desaparece, pues la presencia de mujeres en cargos de dirección sigue siendo asimétrica. De hecho, hace pocas semanas varias organizaciones de mujeres de la sociedad civil se vieron en la necesidad de interponer una demanda para que el gobierno nacional cumpla con la Ley 581 de 2000 y garantice que, al menos un 30% de los ministros y directores de departamento, sean mujeres. Incluso hace pocos días la propia Corte Constitucional, encargada de velar por los derechos en su jurisprudencia, únicamente incluyó a tres mujeres en su lista de conjueces.
Además, muchos hogares siguen siendo espacios inseguros para las mujeres. El Observatorio colombiano de las Mujeres informó que de 1.861 llamadas por violencia intrafamiliar en el 2019 pasamos a 5.020 en el 2020, donde más del 90% de estas fueron realizadas por mujeres. Durante el 2020, durante el período de aislamiento obligatorio, de acuerdo con las cifras oficiales, la Línea 155 de atención a las mujeres víctimas de violencias recibió una llamada cada 11 minutos aproximadamente. Por otra parte, de enero a abril de 2020 se practicaron 6.346 exámenes médico legales por presuntos hechos de violencia sexual, de los cuales, en el 85% de los casos la víctima fue una mujer. Esto, de acuerdo con SISMA mujer, significa dos cosas: por un lado, que por cada hombre agredido más de 5 mujeres fueron víctimas de violencia sexual y, por otro lado, que durante el primer trimestre de 2020 cada 33 minutos, por lo menos, una mujer fue agredida sexualmente. Adicionalmente, a pesar de que los casos de feminicidios cada vez son más frecuentes, los procesos judiciales parecen no dar resultados.
Finalmente, vale la pena mencionar los impactos diferenciados y desproporcionados del conflicto armado en la vida y los cuerpos de las mujeres. A pesar de la firma de los acuerdos de paz con las FARC, la violencia se ha recrudecido en varias zonas del país. En estos lugares, la presencia de diversos grupos armados sigue creando escenarios de violencia, explotación y abuso sexual. Allí, el miedo impide que estos hechos sean denunciados dados los riesgos que sufren las mujeres de ser víctimas de amenazas, ser violentadas nuevamente o tener que desplazarse ante la imposibilidad de tener acceso a una protección adecuada por parte de las autoridades. Como es sabido, más de 120.000 personas han desaparecido por cuenta del conflicto armado en el país, pero han sido, en su mayoría, las madres, hijas, hermanas y esposas quienes han emprendido la búsqueda de sus seres queridos, la mayoría de las veces sin obtener respuesta alguna por parte del Estado.
Así las cosas, el 8 de marzo debería convertirse, no solo en el día en que se conmemora la muerte de más de un centenar de mujeres que luchaban por sus derechos al interior de una fábrica de algodón en New York, sino en un escenario que permita poner sobre la mesa el estado actual de sus derechos y asumir compromisos concretos dirigidos a eliminar todas las formas de discriminación, exclusión y violencias contra las mujeres.