Aníbal Charry González
Para nadie es un secreto en América Latina y por supuesto en Colombia, la aberrante concentración de la tierra, hontanar del conflicto social, la desigualdad y la pobreza, y claro del subdesarrollo de nuestras regiones, confirmado por la FAO categóricamente afirmando que tenemos la distribución de la tierra más desigual del mundo, que nadie puede negar así lo hagan los infames negacionistas de nuestra crítica e insostenible situación que se dan silvestres como mala hierba, como el inefable, ignorante intencional y pérfido representante a la Cámara del uribismo Miguel Polo Polo, quien afirmó con bellaquería que de desigualdad nadie se muere, en este país sumido en la miseria con el 40 por ciento de la población en línea de pobreza y 7 millones de personas literalmente aguantando hambre. Más bellaco imposible.
El organismo de la ONU con autoridad ratificó que “La región tiene la distribución de tierras más desigual de todo el planeta: el coeficiente de Gini -que mide la desigualdad- aplicado a la distribución de la tierra en el continente alcanza al 0,79, superando ampliamente a Europa (0,57), África (0,56) y Asia (0,55)”. Y en Colombia alcanza el 0,89, quizás el más alto del mundo que nos convierte en una auténtica vergüenza orbital sobre el tema, y de ahí que uno de los ejes fundamentales del gobierno del presidente Petro sea el cumplimiento de la Reforma Rural Integral y del Acuerdo Final de Paz y restitución de tierras, con el fin de construir una política pública para el campesinado que no se puede seguir aplazando si queremos salir de la pobreza, el subdesarrollo y la violencia en el siempre abandonado campo por el establecimiento voraz y excluyente.
Por eso la desigualdad económica y social, como lo sostiene OXFAM internacional que lucha para combatir la desigualdad, la pobreza y la injusticia, es uno de los mayores lastres que impiden a las sociedades latinoamericanas alcanzar el desarrollo sostenible pues “En la región, 32 personas privilegiadas acumulan la misma riqueza que los 300 millones de personas más pobres. Esta desigualdad económica está íntimamente relacionada con la posesión de la tierra, pues los activos no financieros representan un 64 por ciento de la riqueza total” Y en Colombia esa concentración absurda de la riqueza es superior y origina como se ha dicho, la violencia y la pobreza extrema que hemos venido padeciendo.
De tal manera si bien es necesario que exista una jurisdicción agraria con un ente de cierre como lo propone el actual Gobierno, no es la almendra de la solución al tema agrario, ni el reconocimiento en el papel del campesinado como sujeto de derechos, sino verdadera voluntad política para llevar a la realidad una auténtica reforma agraria que ha tenido siempre enemigos, en lo cual está empeñado en medio de grandes dificultades el presidente Petro, a ver si es posible que tengamos por fin esa oportunidad que no hemos tenido de salir de esa aberrante concentración de la tierra y la riqueza y por supuesto de la extrema desigualdad y la violencia.
