Por: Gerardo Aldana García
Hace solo dos días que el pueblo cristiano en el mundo entero celebró el sinigual acontecimiento del nacimiento del niño Dios. Se trata de un niño divino que se convertirá luego en Jesucristo. Una especie de desdoblamiento del creador con presencia física entre los hombres. Fernando Navarro dice que, en 24 de diciembre los altares de las iglesias cristianas de todo el mundo se han convertido en el mágico lugar donde ha de ocurrir el milagro de la Natividad del Cristo. En la versión idealista de los gnósticos cristianos se expresa que, quien haga de su cuerpo un templo y de su corazón un altar debe de ser por ese propósito secreto, el de hacer que nazca en su interior el Cristo, pero es un cristo universal, cósmico que trasciende la humana personalidad del Jesucristo histórico. La noche del 24 de diciembre es tan especial por cuanto los tres reyes magos ya están enterados del nacimiento ocurrido. La perspectiva de un pesebre que está listo sugiere la reflexión sobre lo que dicho nacimiento significa, especialmente en el ámbito de la paz interior del ser humano y su extensión hacia la armonía entre todos los hombres de la tierra.
Ciertamente, los que quieren gobernar el mundo están convencidos que solo con la guerra se puede llegar a la paz, lo cual es similar a lo que sigue después de la presencia del niño Dios en el alma humana. En las escrituras de la biblia cristiana se lee que el salvador del mundo lo explicó así: “….No he venido a traer la paz sino la espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su suegra, y cada uno tendrá como enemigos a los que conviven con él». (Mateo: 10,34-36). En el mismo sentido en Lucas 12:49-59 está escrito: ”….Yo he venido para encender fuego en el mundo. ¡Y cómo me gustaría que ya estuviera ardiendo! Pero primero tengo que pasar por una prueba muy difícil, y sufro mucho hasta que llegue ese momento. ¿Creen ustedes que vine para establecer la paz en este mundo? ¡No! Yo no vine a eso. Vine a causar división”. Interpretaciones gnósticas dicen que cada vez que nace en el mundo el Cristo, viene en calidad de salvador y que se ha de enfrentar al mal y vencerlo como solo él puede hacerlo; en forma definitiva. Sus victorias no son efímeras, cuando ha eliminado todo vestigio del mal en el alma humana es porque habrá librado muchas batallas en lo más cercano y lo más querido. Lograda la victoria es que instaura la paz, una paz infinita e incondicional. Cuando interactúa con sus contemporáneos les ofrece algo especial: “que la paz sea con ustedes” pero solo hasta que logra la resurrección afirma: “mi paz os dejo, mi paz os doy…”. Esto significa que el nacimiento del Cristo en el corazón es para enfrentarse al mal y vencerlo en forma definitiva; solo él puede salvar, ayudar al ser humano a pagar sus deudas y perdonarlo en sus pecados. Pasar por la navidad del corazón es un anhelo que comparten todos los cristianos, muchos desde la perspectiva de una experiencia personal que transforma al ser humano que lo logra. Parece que todo el mensaje de salvación de los cuatro evangelios se basa en ese acontecimiento. De manera que la navidad no es una fiesta sino el recordatorio del acontecimiento más grande y trascendente por el que puede pasar un ser humano y al que todo hombre y mujer tienen derecho. Si su llegada trae división y enfrentamiento, su triunfo instaura la paz duradera, la que solo es posible cuando ya no hay mal presente ni nada que la condicione. El disenso al que se sometería el ser humano por causa de la presencia del Cristo se refiere bajo este enfoque, a una guerra interior en donde las inclinaciones de maldad son enfrentadas a las de sentimientos de paz lo cual configura una lucha diaria en aquella persona que vive en procura de lograr una especie de armonía consigo mismo y con su entorno. Es una tesis de gran valor que puede coincidir con el planteamiento de que, si el individuo no cambia, no lo hará la sociedad de la que es su origen, su célula base.
