Por Juan Pablo Liévano
Estamos en el país de los globos del Gobierno, de opiniones o ideas que se tiran por doquier. Muchas son peligrosas, incoherentes e irrealistas, como el famoso tren elevado de la campaña, pero ahora se vuelven preocupantes, pues siendo gobierno, en nada ayudan al ambiente de inversión e irían en perjuicio de la economía y la ciudadanía. En estos días fueron varios. Primero, se dijo que se permitirá a los campesinos seguir explotando cultivos de hoja de coca, mientras los programas de sustitución son rentables. Vamos a ver cómo esta falta de interdicción va a impactar el crecimiento de las hectáreas sembradas de coca y una reacción internacional negativa.
Después, se dijo que la devaluación del peso era consecuencia de la no entrada al país de los dólares del narcotráfico porque se quedaban en Wall Street, Nueva York y México. Esta afirmación se aleja de la realidad y pretende crear una cortina de humo sobre la realidad económica y la percepción de Colombia como destino de inversión. Finalmente, se indicó que las vías 4G y 5G no ayudan al desarrollo, sino que son parte del modelo capitalista de importación de productos y que benefician solamente a los dueños del capital. La realidad es que las vías son fundamentales en el desarrollo económico y en la industrialización del país para generar empresa y empleo.
Finalmente, reinó la sensatez y el sentido de estado en lo referente al reemplazo de los aviones de combate Kfir que ya cumplieron su vida útil. Además, lo cierto es que se requieren nuevos aviones para garantizar la soberanía, la defensa y la seguridad nacional, lo cual incluye la interdicción de vuelos ilegales. Por eso, el Ministerio de Defensa de la administración Duque, actuando con responsabilidad, después de un estudio serio y profundo basado en aspectos técnicos, habilitó cuatro modelos y se disponía a comprar los F16 Viper Block 70 de la firma estadounidense Lockheed Martin. El costo total de la transacción ascendía a una suma aproximada de 16 billones de pesos. La operación, en ese momento, resultó altamente criticada por la oposición y fue políticamente inadecuado adelantarla. El país se quedó sin los equipos. No obstante, lo que antes se criticaba sin fundamento alguno, resultó viable y políticamente correcto para el nuevo Gobierno. Se hizo entonces una tormenta, totalmente innecesaria, en un vaso de agua. Lo novedoso es que ahora el costo para el país de estos mismos equipos ya no será de aproximadamente 16 billones de pesos, sino de 22.
El nuevo Gobierno justifica la compra por qué ahora sí es claro que se necesitan, se hará trasferencia de tecnología y no se tocarán los recursos de la reforma tributaria. La realidad es que ahora, como antes, se necesitan los aviones, y el dinero de ahora, como el de antes, saldrá del presupuesto nacional. Y respecto a la transferencia de tecnología, amanecerá y veremos. No se comprarán los F16 estadounidenses, sino los Rafale franceses, lo que necesariamente implica preguntar el por qué del cambio. No hay más que decir, el Gobierno está actuando con responsabilidad comprando los aviones, lo cual no merece crítica alguna sino aplausos.