María Clara Ospina
La vida del Papa emérito, Benedicto XVI, se apagó con el año 2022 y, en su partida hacia el Señor, lleva con él los mensajes de una humanidad agobiada y doliente.
Una humanidad que trata de recuperarse de una pandemia para la que no estaba preparada y que dejó sus estructuras económicas, políticas, sociales y su capacidad médica y científica en entredicho.
Hoy “sobrevivimos” en un mundo aterrado ante un cambio climático que amenaza con destruirlo. A diario presenciamos toda clase de cataclismos, sequías e inundaciones, asesinas tormentas, incendios, huracanes y catástrofes naturales jamás vistas. La naturaleza está enfurecida.
Los humanos hemos dañado de tal manera la naturaleza, que los expertos piensan que ya pasamos el punto de posible recuperación. El consenso general es que ya es muy tarde para corregir el daño. Los océanos, mares, lagos y ríos están contaminados. Los desechos plásticos crecen desmesuradamente. Ya no hay donde botar más basuras. Amenaza la escasez de agua dulce y de aire limpio.
Cada día desaparecen más especies de animales. La tala de los bosques y selvas destruye nuestro capital verde, nuestra reserva de oxígeno. Hoy la humanidad enfrenta un futuro incierto, como nunca había enfrentado. La destrucción del planeta parece eminente. Se requiere un cambio inmediato de nuestras costumbres para detener la espoliación del planeta; sin embargo los gobiernos no parecen capaces de imponer tal cambio.
Pero, lo peor que enfrenta el hombre es su alejamiento de Dios. Las iglesias están cada día más solas, los seminarios y conventos se han quedado vacíos, las vocaciones han desaparecido. La humanidad ha dado la espalda a Dios. Hablar de religión o moral se volvió obsoleto. Los jóvenes, si se casan, prefieren tener una mascota a tener un hijo. Abortar es un derecho que se defiende más que el derecho a la vida. Se juega con la identidad sexual desde la niñez sin tener en cuenta las consecuencias. Los hombres actúan como mujeres y las mujeres como hombres. Quién es qué, es imposible de calificar y es ofensivo tratar de hacerlo. Se alquilan vientres para parir hijos. Se cambia de sexo como se cambia de ropa. Se puede ser hombre y mujer a la vez; para eso hay hormonas. La familia tradicional de padre, madre e hijos es cosa del pasado.
Es fácil entender por qué el Papa Ratzinger en el 2013 Renunció al papado. En el comunicado donde anunció su jubilación afirmó: “(…) En el mundo de hoy, sometido a tantos y tan rápidos cambios y sacudido por cuestiones de profunda relevancia para la vida de fe, para gobernar la barca de San Pedro y anunciar el Evangelio son necesarias, tanto la fortaleza de la mente, como la del cuerpo, fortaleza que, en los últimos meses, se ha deteriorado en mí hasta el punto de que he tenido que reconocer mi incapacidad para cumplir adecuadamente el ministerio que se me confió”. (11 de febrero de 2013)
Admirable el valor de Benedicto al reconocer sus debilidades ante semejante responsabilidad. Ya en su testamento espiritual, publicado el 29 de agosto del 2006, a solo un año de haber sido elegido, el Papa Ratzinger escribió: ¡Manténganse firmes en la fe! ¡No se dejen confundir!
Hoy pedimos a Ratzinger su intervención ante el Señor, para salvar a la humanidad agobiada y doliente.