Diario del Huila

Yo lo vi y declaro como testigo

Ene 14, 2023

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La columna de Toño

Por P. Toño Parra Segura                                    padremanuelantonio@hotmail.com

Ratificada la vocación humana y divina de Jesús en el Bautismo del domingo anterior y con implicaciones serias para la nuestra, la liturgia de la Palabra de hoy concreta nuestra vocación cristiana.

Toda vocación es una llamada que exige una respuesta como en el caso de Isaías donde Dios lo envía para conducir a su pueblo como luz y fortaleza.

El Salmo 39 es más explícito en la respuesta del profeta: “Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad”, frase que después María repetirá al aceptar ser Madre del Mesías y que el mismo Jesús confirmará en la oración en el huerto y en la entrega en las manos de su Padre. Pero el crecimiento de la propia vocación en el proceso de cambio, sitúa a cada persona dentro de una comunidad de discípulos de la misma creencia. Jesús predica y forma discípulos a quienes va llamando a través de sus correrías apostólicas, y es tanta la fuerza de su Palabra que los encuentra en todas partes y en todos los oficios, como lo afirma Pablo en la Carta a los Corintios. La inmediatez que aparece en los sinópticos, de muchos de ellos para dejarlo todo y seguirlo, no necesariamente sigue un período de tiempo rápido, pues no es ese el sentido Bíblico, sino la motivación que experimentaban en el encuentro con Jesús.

Juan nos presenta en su Evangelio un relato de Vocación-Testimonio, que va mucho más allá de un golpe de vista o del análisis psicológico de unas frases: “Yo lo ví y soy testigo de que es el Hijo único de Dios”.

La vocación cristiana para que dure hasta el final, tiene que llevar como base la experiencia de encuentro consciente con Jesús que llevó a Andrés a hacer el evangelizador de su hermano Simón: “Hemos encontrado al Mesías”.

Cuando ya se ha pasado por esa alegría de estar en lo cierto, se llega a la otra exigencia de la vocación que es la experiencia de vida, que debe crear una intimidad muy profunda con Jesús, como lo expresará después Pablo en muchas ocasiones: “Mi vivir es Cristo, ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”.

El bautizado que no siga este proceso estará expuesto a la duda constante que lo llevará a ensayos en todos los grupos, para terminar en el vacío de la indiferencia religiosa que es el peor de todos los estados.

El cristiano verdadero con experiencia de vida con Jesús, podrá entonces ser un buen apóstol y predicar a Cristo sin palabras. Simplemente podrá decir también “Yo lo vi y declaro como testigo que Él es el Hijo de Dios”.

¿Estamos todos los cristianos dispuestos a afirmar esto, como premisa de Evangelización?

Vengan a mi vida, a mi casa, a mi negocio, a mi oficina, a mi familia y allí verá como yo soy seguidor del Maestro Jesús.

Si este testimonio de Vocación no aparece, no nos escandalicemos de la huída y del abandono de muchos de nuestras iglesias. Recordemos: la vocación es un proceso de encuentro y de vida con Jesús que nos llevará a ser sus discípulos y sus evangelizadores en el hoy y en el ahora de nuestro mundo.

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