Diario del Huila

Señales de un país que llorará

Ene 16, 2023

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Por: Gerardo Aldana García

En la plaza circundante de la casa de Santiago Nasar, cada ciudadano sabía que éste sería asesinado, excepto él que, al llegar a su morada el día de su muerte apenas se percató de la relativa soledad y silencio que atestiguaban su desplazamiento hacia la puerta de madera que lejos de abrirse, fue trancada desde adentro por su madre que imaginaba al joven ya en la seguridad del interior de la casa. Y ocurrió; así nos lo deja saber Gabo: los enceguecidos hermanos de Ángela Vicario le quitaron la vida, a cuchillo limpio, pensando que vengaban la honra de la chica a quien otro, y no Nasar, se había hecho con sus mieles de flor en primavera. Ese otro, cuya identidad no permitió Ángela que fuese conocida, diciendo: Fue mi autor; se quedó en un misterio que Gabo, jugueteando con la ansiedad del lector, no quiso proponer siquiera conjeturas que llevasen a la determinación precisa del furtivo amante de la encantadora muchacha. Claro que cada quien puede imaginar su propia tesis y atribuirla a un responsable posible, incluso que la misma mujer en su inconfesable intimidad pudiese haberlo hecho recurriendo a una erotizante masturbación.

El relato del nobel García Márquez permite hacer una analogía con lo que está viviendo Colombia, no sólo desde el inicio del gobierno Petro sino desde antes, cuando Duque y por supuesto incluyendo los manejos del país en los gobiernos que antecedieron a los dos y que estuvieron enfermos de los recurrentes problemas de la nación, destacando dentro de éstos, la maldita corrupción. Las señales de una Colombia que lloró la violencia cruel durante más de cincuenta años sugieren que a los colombianos nos espera algo mucho peor. El camino de gobiernos apadrinados por congresistas corruptos, obviamente no todos, y de un pueblo, en su mayoría fácil de engañar con dádivas pasajeras, le fue dejado listo a Petro para que llegase al poder en medio de la frustración y la esperanza de un auténtico y benéfico cambio para el bien común. Entonces, el actual presidente se siente imbuido de toda la gracia para hacer lo que quiera con el país.  Él lo ha dicho, ¿para qué son las mayorías en el Congreso sino para hacer las reformas que he propuesto?

Pero la fe de los colombianos que estuvo tan dividida en el momento de la elección presidencial, hoy seguramente se está inclinando hacia un escepticismo en donde la popularidad del gobernante cae, lo cual se explica en las afectaciones negativas cada vez más crecientes en la economía de la nación, con devastadoras consecuencias en la canasta familiar y bienestar de los más pobres. No es un cuento, la inflación acumulada del último año superó el 13%. La devaluación al cierre de 2022 muestra que el peso colombiano cayó un 15,85%, ubicándose como la cuarta moneda emergente más devaluada en todo el mundo. Las medidas del gobierno Petro de subir los salarios por encima del nivel de la propia inflación sin actuar efectivamente sobre la generación de riqueza del país,  no traerán una mejoría sino por el contrario hará que cada vez los precios suban más. Con una economía como la que actualmente administra el presidente Petro, es fácil advertir cómo ciertos capitales extranjeros pueden venir y comprar el país entero, despojando de oportunidades a los nacionales; con un dólar tan fuerte y un peso miserable, la industria nacional y sus más preciados activos, son fácilmente adquiribles por los capitales foráneos, lo cual resulta contradictorio con el predicado del presidente que busca empoderar a los colombianos y beneficiar a los más pobres.

En este contexto de impopularidad y pérdida de confianza, aparecen estrategias como la de acabar con el sistema de salud actual, desconociendo que Colombia está dentro de los países con mejores condiciones en este sector, lo cual hace que millones de colombianos pobres y de clase media ya se pregunten qué pasará con aquellos que no tienen para costearse un tratamiento de enfermedades complejas o incluso terminales. Hoy, ciudadanos de estratos 0, 1, 2 y 3, pagan una cuota moderadora modesta con la que acceden a una salud que, si bien tiene dificultades, le franquea su ingreso a la solución del problema vital

Pero, a diferencia del autor que se cargó con la virginidad de Ángela, aquí sí se sabe quién es el responsable del flagelo de entropía de la vida nacional, se llama Gustavo Petro, y lo es no porque sea el director causante; de ninguna manera, pues él ha asumido un cuerpo con cáncer en algunas zonas de su cuerpo nacional; lo es porque es el Presidente de hoy, y lo es también porque sus actuaciones de los primeros cinco meses no tienen visos de traer bienestar sino muy al contrario muestran cada día un país menos capaz de salir adelante. Lo más tenaz de la situación es el silencio de los gamonales políticos de cada región quienes, a la usanza de lo que saben hacer, están a la espera de su tajada de bienestar individual para apoyar lo que sea que proponga el ejecutivo, así sea cavar su propia tumba y la de los colombianos que cada vez nos vemos más asimilados a nuestros hermanos de Venezuela o Nicaragua.

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