Por Fernando Bermúdez Ardila
Escritor e historiador
Nominado Premio Nobel de paz 2010
En el aeropuerto de Ciudad México D.F. cómo en casi todo el país azteca campea la corrupción, pero ya es inimaginable que un país que recibe enormes ingresos de divisas producto de su industria turística, sea en la propia entrada, en su sala de recibo, dónde el personal de inmigración hace una selecta escogencia de los turistas a los que ellos quieren incomodar para lograr réditos, dicho en otras palabras, recurriendo a la extorsión, a los que detienen inmediatamente. Bajo amenaza de devolverlos a su país de origen bajo cualquier pretexto mandando esporádicamente mensajes subliminales con personas que trabajan en el mismo aeropuerto, donde solicitan entre 3.000 y 5.000 dólares, para poder permitirles entrar y disfrutar de unos días de vacaciones. Que obviamente ya han pagado por anticipado como pasajes de avión, hoteles y otras reservaciones para disfrutar de su descanso.
A unos amigos cercanos les sucedió qué al llegar a Ciudad de México y pese a tener visa americana, que es el único requisito que ellos exigen para el ingreso al país, sencillamente se opusieron a que la pareja ingresara.
Fueron detenidos como criminales, argumentando qué era discrecionalidad de ellos permitir o no el ingreso a las personas que ellos decidieran; fueron separados y recluidos, ella en una celda donde había mujeres de varias nacionalidades, pero especialmente colombianas, y a él en otra celda, en condiciones similares a la de ella.
Se pusieron en contacto de inmediato con un familiar en Colombia, fue la única llamada que les permitieron, pues les retuvieron sus teléfonos celulares y los incomunicaron, su pariente desesperado llamó a mucha gente entre ellas a mí.
Yo que en unos tiempos tuve excelentes relaciones con la embajada de México en Colombia, me tomé el trabajo de llamarla, pero sólo me respondió su asistente, me dijo que la embajadora no se encontraba, y que podría llamarla el martes siguiente, yo le conté a ella lo que estaba sucediendo en el aeropuerto de México y ella me respondió, que esos problemas se presentaban todos los días, pero que la embajada no podía hacer nada pues será discrecionalidad de inmigración en México dejar o no entrar a las personas que ellos consideraban que podían hacerlo, ante esta respuesta llamé al consulado de Colombia qué por fortuna fue muy eficiente, logrando que a la pareja de amigos los pusieran en el primer vuelo a Colombia al día siguiente, ya ellos aquí en Colombia y tras haber perdido sus pasajes aéreos, sus reservaciones de hotel y varias actividades propias del viaje, me contaron que había personas en las celdas del aeropuerto qué llevaban 10 o más días esperando qué los devolvieran a su país, y que otros habían optado por acceder a la extorsión en medio de su desespero pagando hasta entre 8 y 10 mil dólares.
Increíble que la indolencia del cuerpo diplomático mexicano acreditado en Colombia le parezca esto normal y más increíble aún, a pesar de la eficiencia que en este caso tuvo el consulado de Colombia en México, nuestro gobierno no haya tomado cartas en el asunto.