Diariamente estamos expuestos a la ocurrencia de una catástrofe natural, que puede crear unas condiciones de inestabilidad física y material, para lo cual debemos estar preparados. En las últimas décadas, el cambio climático, factores naturales, la explotación de recursos naturales y la actividad humana en general han traído consecuencias evidentes en la temporalidad y eventualidad de los desastres que han afectado el bienestar general de las familias. Cada vez más, estos fenómenos surgen con mayor fuerza y provocan daños desastrosos en el patrimonio y vida de las personas. Aquí nace la importancia, de estar preparados ante una ocurrencia para minimizar los riesgos. La impotencia que causan las imágenes de los desastres naturales que ocurren en cualquier parte del mundo, viene sufriendo un cambio de mentalidad, porque no podemos tener una excusa para evitar los debates difíciles que están de por medio. Los Estados deben hacerse un interrogante esencial para la sostenibilidad en el futuro inmediato: ¿estamos tomando todas las medidas necesarias para prevenir aquello que es prevenible y para enfrentar aquello que no lo sea? La respuesta parece ser que no.
El día anterior, se cumplieron 56 años del terremoto ocurrido en Neiva el 9 de febrero de 1967 que generó la destrucción de algunos edificios públicos y gran parte de la infraestructura locativa se derrumbó, que, junto con la muerte de más de un centenar de personas, generó una desestabilización productiva en la región. Por tal motivo, se hace indispensable repensar en todas las instituciones oficiales y privadas, si estamos preparados en caso de la ocurrencia de un sismo de alta magnitud como el ocurrido en el recientemente Turquía y Siria, que hasta el momento ha provocado la pérdida de vida de más de 19 mil personas y la destrucción de la dinámica productiva de estas naciones del medio oriente.
Nosotros estamos expuestos a la ocurrencia de un terremoto, porque nuestro territorio está ubicado en zona de alto riesgo sísmico, que puede provocar pérdidas de vidas humanas, daños a las viviendas y a la infraestructura productiva, porque carecemos de una cultura de la prevención y las edificaciones no están construidas en su mayoría, con materiales sismo resistentes. Cuando ocurren esta clase de fenómenos naturales, la población y las autoridades empiezan a planificar y elaborar los respectivos planes de contingencia, para reducir los niveles de vulnerabilidad a que están expuestas las comunidades.
Por tal motivo, se hace indispensable repensar con todas las instituciones oficiales y privadas, si estamos preparados en caso de la ocurrencia de un sismo de alta magnitud como el ocurrido en estos países. Estamos expuestos a la ocurrencia de un terremoto, porque nuestro territorio está ubicado en zona de alto riesgo sísmico y dentro del cinturón del fuego del Pacífico, donde se produce el 85% de la actividad sísmica mundial.
