Por: Ernesto Cardoso Camacho
La próxima semana asistiremos los colombianos a una experiencia novedosa del ejercicio democrático de participación. El gobierno ha convocado a sus seguidores para que expresen apoyo decidido a las reformas que tramitará en el congreso y al Plan Nacional de Desarrollo.
Por su parte la oposición política a la coalición de gobierno, representada principalmente por dirigentes y militantes del Centro Democrático, han convocado a la ciudadanía a salir a las calles para que, de manera pacífica pero entusiasta, manifieste su desacuerdo con tales reformas que se consideran inconvenientes, cargadas de ideología y dirigidas a consolidar el cambio ofrecido por el presidente Petro y su coalición del Pacto Histórico.
Desde luego han existido experiencias de marchas callejeras, pero estas tienen una connotación muy especial. Por una parte, el presidente Petro pretende oxigenar su respaldo ciudadano y a su vez, la oposición quiere recoger la evidente inconformidad que se respira en el ambiente con los anuncios y propuestas que han generado incertidumbre y desconfianza.
Es decir, claramente veremos un pulso político que seguramente habrá de marcar el rumbo del país hacia los próximos años.
La polarización se ha agudizado entre derecha e izquierda y es evidente que a cada liderazgo de la misma le conviene agudizarla en las calles para posicionarse con miras a las elecciones territoriales de octubre.
En este contexto ha llamado la atención el reciente y nuevo diálogo que han sostenido los líderes naturales de cada uno de los dos sectores ideológicos en disputa. Petro desde la presidencia y en pleno ejercicio del poder; mientras Uribe, vapuleado por la eficaz estrategia mediática que padece estoicamente desde hace ya 6 años, colocado en el asador de la justicia y señalado sin argumentos objetivos y veraces como el enemigo de la paz.
Un escenario en el cual la que ha salido perjudicada es la democracia; la estabilidad institucional de la Nación; así como contundente evidencia acerca del marchitamiento de los partidos; del inusitado crecimiento de la violencia y de la corrupción; fenómenos que generan hastío y rechazo hacia los políticos y la política.
Por otra parte, la sensibilidad ciudadana se observa cada día más angustiada por la crisis económica global; por las masivas migraciones; por los conflictos geopolíticos que amenazan la paz mundial y por los fenómenos naturales asociados al cambio climático que sufre el planeta.
Curiosamente la humanidad ha logrado avances impresionantes en la ciencia y la tecnología, pero al tiempo pareciera que está perdiendo su esencial condición humana, en donde los valores y principios derivados del derecho natural son duramente cuestionados por el llamado progresismo que pregona defender la vida, pero apoya y estimula el aborto. Contradicción inexplicable.
Volviendo al tema de la polarización política e ideológica en la que se insiste en colocar como su eje central el tema de la paz, ahora con el gobierno del cambio “la paz total”; adquiere importancia el nuevo diálogo entre Petro y Uribe. Primero porque se transmite la sensación de que las diferencias, por profundas que ellas sean, son susceptibles de tramitarse en forma civilizada y pacífica, utilizando los canales de la democracia. Además, porque ya nadie discute que el epicentro de la violencia y la criminalidad es el narcotráfico, tema en el cual es indispensable un consenso nacional e internacional que logre su control y erradicación en el mediano plazo.
Por ello, ya el gobierno ha aceptado que con esos sectores de la criminalidad no es posible una negociación si no un sometimiento a la justicia; al tiempo que más temprano que tarde, tendrá que aceptar también que lo mismo debe ocurrir con las disidencias de las Farc; mientras que con el ELN si es posible la negociación política, pero no se les podría otorgar más de lo concedido a las FARC en el Acuerdo de la Habana.
Sobre los otros temas de carácter económico, social y político, en los que el desacuerdo es aún más difícil de resolver, el resultado de las marchas callejeras de la semana entrante, podrán servir como un sondeo ciudadano más objetivo que las recientes encuestas que permita visualizar hacia donde se inclina la ciudadanía. Lo esencial es que se desarrollen de manera ordenada y pacífica.
