Por: Gerardo Aldana García
Cómo duele ver a los creadores suplicar por una oportunidad para que su arte sea valorado. Lo sé porque los observo en pasillos de entidades públicas procurando la atención del ordenador del gasto. Bien sean músicos o pintores, artesanos o poetas, escultores o maestros del arte escénico; en su inmensa mayoría sufren el infortunio de vivir en un país, en un territorio donde dirigentes públicos, el mundo empresarial y una enorme proporción de los ciudadanos, carecen de la sensibilidad mínima para reconocer y exaltar a quienes por siglos han sido los actores más idóneos para preservar la identidad cultural de los individuos adscritos a un colectivo social. El Huila está lleno de talentos artísticos; lamentablemente, solo una minoría tiene la oportunidad de entrar en escena remunerada en el marco de festividades como la del San Pedro. Es justo y necesario reconocer que las políticas públicas, del gobierno nacional como de muchos de los departamentos, no tienen los dientes, los instrumentos para impulsar a los creadores que eligieron tal o cual arte como la forma de vida. Y tales políticas se perciben tan limitadas en su instrumentación que se alejan de la dinámica articuladora con el sector privado, dejando de comprometer estratégicamente a los empresarios, seguramente en el marco de una responsabilidad social con su entorno.
Los gobernadores como los Alcaldes, los dueños de establecimientos de comercio, servicios como hoteles y atractivos turísticos, las industrias y los colegios y universidades, deberían consagrar en su planes de desarrollo y planes de negocios, partidas económicas desde las cuales puedan impactar sensiblemente al sector cultural y sus manifestaciones artísticas. Se trata de generar oportunidades de empleo, de ingresos para los creadores; no hacerlo, es robustecer el fantasma de la perdida de la memoria colectiva que los artistas saben grabar muy bien. Y los hogares que se han conformado con la música desde una USB con la que llenan estruendosamente espacios urbanos y rurales en fines de semana de recreo, deberían recurrir mejor a la puesta en escena en vivo.
Así como el mundo se apresta a crisis como la de seguridad alimentaria, ya vive en países como Colombia y sus regiones, la amenaza de desaparición de los creadores, todo por cuenta de la falta de oportunidades. Qué va a pasar con las facultades de arte en universidades, con los programas de conservatorios y escuelas de arte, para qué seguir formando artistas si estos son entregados a una comunidad que no reconoce el valor de sus creaciones. Hay regiones en donde el arte y la cultura son más favorecidos desde lo público como lo son la costa atlántica, Bogotá y Medellín. Las ayudas le vienen desde el gobierno central. Y en aquellas regiones en donde hubo y aún hay regalías del petróleo, los gobernantes, en su mayoría no priorizan la cultura y el arte en sus presupuestos. El examen se lo pueden hacer gobernadores y alcaldes, cuáles fueron los proyectos que en materia de cultura presentaron y le fueron aprobados ante la administración de recursos de regalías del petróleo. Las autoridades no han logrado poner dentro de las prioridades de inversión pública a la cultura y las artes. Lamentablemente, la miopía es característica de muchos gobernantes, lo que los lleva a ni siquiera balbucear los temas de la cultura, mucho menos entenderlos y casi nunca, sentirlos como elemento fundamental en la vida de los pueblos. El artista sabe ver la belleza en donde la multitud no. Él la extrae, la plasma para facilitar que la venda del individuo y la sociedad caiga, quienes entonces ahora pueden leer los sonidos, colores y movimientos desde los cuales logra encontrar una razón para disfrutar, para vivir. Alguien que hace algo así, le hace bien a la humanidad y al cosmos que ve en su propia creación, un excepcional medio para manifestarse. Dicen que los grandes músicos saben incluso escuchar los sonidos de las esferas en el infinito cosmos y las vuelven partitura para que luego vuelen hasta el corazón de los humanos quienes las vuelven emociones.
No hay jubilación para un artista; el arte es una forma de vida y como tal no tiene fin, decía el escultor inglés Henry Moore. Es por ello que, en cada feria, festival, seminario, encuentros públicos o estrategias comerciales de las empresas, se debe recurrir a los servicios de los creadores; inestimable baluarte de la comunidad y sus modos de vida.