María Clara Ospina
Gustavo Petro, su familia y algunos de sus seguidores están actuando como nuevo ricos de la peor calaña; esos que deslumbran con sus excesos, sus despilfarros y chabacanerías. Así se comportaban los capos de los carteles de la droga en los años ochenta del siglo pasado, cuando aumentaban sin control las hectáreas sembradas de coca y rumbaba la plata del narcotráfico. También cómo ellos, Petro se siente dueño del país.
Hoy los cultivos del alcaloide están creciendo como la espuma de la cerveza. Estamos cerca de las 300.000 hectáreas sembradas. En febrero no se erradicó ni fumigó una sola mata. Tanta hectárea cocalera da mucha, pero mucha plata. ¿Será esto parte de la “sabrosura” que sienten algunos del gobierno Petro?
¿Dónde está tanta riqueza? Sin duda, bien camuflada, creando nuevos ricos. Por lo pronto, la Fiscalía acaba de abrir investigación al hijo y al hermano del presidente por solicitar y recibir dineros non sanctus. ¿Vamos hacia una narcodemocracia bajo la mirada complaciente de Petro?
El presidente y su combo más inmediato se han convertido en una Petro-oligarquía a una velocidad vertiginosa. “Oligarcas” en el sentido podrido y destructor, que él mismo y la izquierda comunista, le han pretendido dar al término.
El poder y los lujos que la Presidencia aporta a sus gobernantes, se les subieron a la cabeza. Es claro que, tal como lo anunciaron, llegaron a la presidencia para “vivir sabroso”; una de sus consignas de campaña. Llegaron a farolear, rumbear, redecorar sus nuevas viviendas oficiales y privadas, volar en aviones, avionetas y helicópteros de la Fuerza Aérea Colombiana y a ser custodiados, como fue Verónica Alcocer en su “guapachoso” recorrido por las calles de Barranquilla en pleno carnaval. ¿Cuánto le costó esa explosión de caderas rumberas a Colombia? Conté más de dos docenas de policías cuidándola, además de sus escoltas y otro personal de la presidencia. ¿Quién autorizó sus viajes en el jet de la presidencia a Londres y Roma, a entierros oficiales? La primera dama no es funcionaria de la Cancillería. ¿Acaso fue solo a darse un roce de distinción por cuenta del erario? Su poder y sus excesos aumentan a diario, como los de la mujer de Ortega, el dictador nicaragüense.
La vicepresidenta, Francia Márquez, sí que está “viviendo sabroso”. Por cuenta del estado va y viene a su flamante apartamento en Cali en poderosos helicópteros Black Hawks a un costo de cuarenta millones de pesos la hora. Pregunto: ¿cuánto han costado los múltiples viajes internacionales de la vicepresidenta y qué beneficios le han reportado a Colombia?
Y, mientras Petro y su combo “viven sabroso”, los asesinatos de líderes comunales y las masacres en todo el territorio van en constante aumento. Lo ocurrido en El Caguán, donde un policía fue degollado y 72 fueron maltratados y retenidos por una horda de indígenas sublevados, aterró al país. La inversión extranjera está espantada, causando la devaluación del peso, una de las más altas del continente; y el costo de la vida está disparado.
Además, cada vez que se conoce una de las tan anunciadas reformas petritas, como la de salud, energía o laboral, son tan descabelladas que el país entra en pánico.
Una gran borrachera de poder se ha apoderado de Petro, su familia y su sequito, poniendo la estabilidad de Colombia en peligro.