Por: Harold Salamanca
El etiquetado nutricional de los alimentos procesados, tiene como objetivo informar y advertir a los consumidores mediante sellos de fácil identificación, ubicados en el frente de los empaques, sobre excesos de azúcar, sodio o grasas. De tal forma que los consumidores puedan tomar decisiones conscientes e informadas sobre los productos que van a consumir. Considero que esta iniciativa resulta muy valiosa para reducir la carga de enfermedades crónicas para la población y para los sistemas de salud. A propósito, en la actualidad las enfermedades crónicas relacionadas con la alimentación, provocan en el mundo más del 60% de las muertes, y una prevalencia de sobrepeso infantil que ya supera el 20%.
Resulta muy valioso entonces preguntarse cuál sería la verdadera utilidad de las etiquetas para modificar el comportamiento de consumo. En este sentido y de acuerdo con publicaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), se ha comprobado que los consumidores realizan muy poco esfuerzo cognoscitivo y dedican poco tiempo para decidir sus compras. Existe un número elevado y creciente de pruebas científicas que señalan que el sistema de advertencias nutricionales en el etiquetado frontal, logra mejorar las condiciones y hábitos de consumo informado en la población.
A diferencia de las campañas adelantadas en medios de comunicación, el etiquetado frontal cuenta con una mejor relación de costo-efectividad, en atención a que es un elemento que puede ser integrado siempre al producto, desde el momento mismo de la producción, permitiendo ahorrar así, gastos complementarios e inversiones en publicidad. Con el fin de que el etiquetado nutricional tenga éxito, considero muy importante el diseño e implementación de políticas públicas enfocadas hacia el fomento y concientización de la alimentación saludable.
En Colombia el trámite de la “ley de etiquetado” o también denominada “ley de comida chatarra” en el Congreso de la República, ha tenido varios intentos fallidos, desde luego por que no ha contado con el apoyo de los partidos políticos y por el fuerte lobby que ha desplegado la industria de alimentos. Es hora que como consumidores exijamos nuestro derecho a ser debida y oportunamente informados respecto del verdadero contenido de los alimentos que se comercializan, sin olvidar además, nuestra responsabilidad de hacer la elección correcta de alimentos que consumimos, así como el deber moral de educar a nuestros hijos y generaciones futuras en materia de alimentación saludable.