Aníbal Charry González
Siempre he sostenido que la madre de la corrupción en el país, es la vigencia de un sistema político electoral podrido, hecho a la medida de la clase politiquera que no política, que ha convertido la política como arte de gobierno en un filón de enriquecimiento ilícito donde el objetivo es el asalto al tesoro público y el tráfico de influencias, de la mano del pernicioso clientelismo y la financiación de las campañas de toda clase de carteles que son los que llegan realmente al poder a través de congresistas y gobernantes, que se ponen al servicio de sus espurios financiadores y no del pueblo que los elige, lo cual por supuesto es una farsa donde no existe la tal soberanía popular, sino la siniestra soberanía de la clase politiquera para el cumplimiento de sus torcidos fines.
Por eso no resulta extraño que la reforma política presentada por el Gobierno, que tenía cosas buenas y malas, y que no se trataba de una reforma integral para acabar con el sistema político electoral envenenado que nos rige, termine hundida en el Congreso como consecuencia de los micos y orangutanes que le introducen los que no tienen ninguna voluntad de auto reforma para no perder los privilegios que hacen posible su sinuosa y corrupta vigencia política, no quedando más alternativa que la intervención del constituyente primario para hacer una reforma política integral en beneficio de la transparencia político electoral, que debe incluir necesariamente una reforma al mismo Congreso, porque el que tenemos actualmente conformado no hará nunca las reformas que requiere el país como lo he sostenido reiteradamente en esta columna.
De ahí que tiene sobrada razón el presidente de la Cámara de Representantes David Rasero, cuando afirma que le tiene pánico cuando las reformas políticas son tramitadas en el Congreso “Porque es muy difícil que la clase política se reformule así misma. Es muy complicado. Creo que, si algo tiene que hacerse como reforma, para que una reforma política realmente ideal pase, se tramite, se apruebe sin que quede un Frankestein, sin que la mochen, sin que la vicien, como ocurrió con ésta, tiene que ser de iniciativa ciudadana. Y la iniciativa ciudadana, creería yo, tiene que ser de una recolección de firmas, si es necesario, de un referendo, es decir de un proceso social que vaya más allá de los políticos”.
Y por eso la aspiración de Roy Barreras de lograr un consenso político en el Congreso para una gran reforma política, no deja de ser una quimera, porque de ese recinto actualmente conformado siempre saldrán reformas politiqueras que sirvan a su corrupta politiquería, estando impedidos por conflicto de intereses para que tengamos una auténtica reforma política que acabe con el albañal de la corrupción asentado en el sistema político electoral nauseabundo que nos rige, que reitero, solo sirve a la clase politiquera que no tiene principios sino fines de enriquecimiento torticero con soporte infame en el asalto a las arcas del Estado, que es lo mismo que al bolsillo de todos los colombianos.