Por: Carlos Tobar
En un momento crítico de la economía nacional, cuando la mayoría de los indicadores señalan el desaceleramiento de los sectores productivos que generan riqueza y empleo, la industria de la construcción exige una atención especial.
No solo por la cantidad de empleos que genera anualmente: 1.600.000 trabajos directos y cerca de 2.400.000 indirectos, sino porque son miles las empresas constructoras consolidadas en decenas de años, con todo lo que eso significa. Además, esta industria es la fase final de absorción de miles de productos: ladrillo, cemento, acero, hierro, pisos, enchapes, madera, y un largo etcétera, que conforma una base de producción vital de la economía.
Como si fuera poco, da sustento a uno de los negocios de crédito bancario más importantes, sino el más importante. Mueve el crédito de constructor, recursos sin los cuales los proyectos de vivienda en todas sus modalidades o, comerciales, no se podrían hacer, como además garantiza con el crédito hipotecario de largo plazo que los compradores accedan a sus propiedades inmobiliarias.
La experiencia de Colombia en la consolidación de esta industria es muy importante. Gastamos décadas para aprender los secretos de su funcionamiento. Cómo entroncar el ahorro y sus instituciones con la urbanización de nuestras ciudades para garantizar la propiedad familiar de las viviendas.
Entender que el negocio funciona para el sector moderno de la economía (desafortunadamente un 35 o 40% de la sociedad), como quiera que para acceder a él el ingreso familiar debe alcanzar mínimo entre 3 y 4 salarios mínimos, para pagar la cuota inicial y luego poder absorber cuotas mensuales durante 20 o 30 años. Son experiencias básicas que están probadas en miles de experiencias exitosas y fallidas.
Pero, y siempre hay un pero grueso en todo negocio en un país como el nuestro, por la baja capacidad de ahorro del 85% de los trabajadores formales, el gobierno (y así lo han hecho todos los gobiernos de los últimos años) debe completar con subsidios para lograr el cierre financiero de la compra de vivienda.
El más exitoso de los programas ha sido “Mi casa ya”. Con el que en plena pandemia se logró que no solo no decreciera la industria, sino que la dinámica constructora fuera excepcional, convirtiéndose en un mecanismo contracíclico en ese período de parálisis económica.
El sector ha venido desacelerándose desde finales del año pasado, por el incumplimiento del gobierno con los subsidios comprometidos, y en los primeros meses de este año la situación se ha agudizado. Preocupa que en el presupuesto de inversión del gobierno nacional, en este año se proyecta un monto de $2.2 billones que cubrirían el faltante de finales del 2022 y las inversiones previstas para este año. Los directivos del gremio constructor y los analistas económicos estiman que para no perder la dinámica extraordinaria que se trae, la inversión del gobierno nacional debería rondar los $3,3 billones de pesos.
En momentos de dificultades económicas del aparato productivo nacional esperamos que esta industria, como ya dije, consolidada y ejemplo internacional reciba el empujón necesario.