ERNESTO CARDOSO CAMACHO
A medida que avanza el trámite legislativo sobre los proyectos de reforma que ha presentado el gobierno Petro, se hace más evidente que su tránsito será objeto del forcejeo político con los partidos tradicionales que tienen los votos suficientes para aprobar, modificar o hundir tales iniciativas.
Lo ocurrido con la Reforma Política demuestra esta afirmación. Así mismo, se evidencia con la reforma al Sistema de Salud que ya tiene franca oposición de tales partidos y desde luego de CR y el CD que están declarados en abierta oposición al gobierno.
Dentro del esquema democrático del Estado Social de Derecho que pregona la separación de poderes, la autonomía e independencia de cada rama del poder público debería servir como filtro para que el Congreso discutiera de manera amplia y argumentada los proyectos de iniciativa del ejecutivo. Sin embargo, la experiencia al respecto ha sido lamentable. El fuerte sistema presidencialista heredado de la Constitución del 91 ha consolidado el clientelismo característico con que operan nuestros partidos y movimientos con representación en el Congreso.
Lo que generalmente ocurre es que el presidente otorga gabelas en ministerios y altas posiciones del Estado a los partidos, como presunta representación política que los compromete a darle su apoyo incondicional, así como puestos menores en la burocracia y contratos generosos a sus fichas electorales, de donde derivan la financiación ilegal y corrupta para reelegirse en el Congreso y mantener así su predominio electoral en gobernaciones y alcaldías.
En consecuencia, la autonomía e independencia pregonada en la Constitución se convierte, por desgracia, en que el Congreso opera como apéndice del ejecutivo, donde florecen el clientelismo y la corrupción, convirtiendo así a la política en un burdo negocio que cada día ha incrementado el rechazo y la indignación ciudadana hacia los políticos.
Lo que estamos observando es una triste caricatura en la cual, el gobierno del cambio, que basó su oferta política en combatir el clientelismo y la corrupción, con la que obtuvo el poder; ahora apela a los mismos mecanismos mañosos y censurables que tanto prometió combatir.
La decisión del expresidente Gaviria como jefe único del liberalismo y en la que han coincidido Cepeda y Toro como cabezas de las bancadas del conservatismo y la U; en el sentido de NO aprobar el texto del gobierno; en el cual insiste la ministra Corcho en no modificar para recoger las sugerencias de estos sectores políticos que son quienes definen la suerte de la reforma, permite prever que si existe disciplina en esas bancadas y coinciden con los congresistas de C. R y el C.D, la reforma será hundida y el gobierno acumularía su segundo gran revés político en el pulso con el congreso.
Ante esta inminente perspectiva, el propio presidente y su ministro del Interior que maneja las relaciones con los congresistas, han anunciado en forma desesperada que acudirán a seducir a los congresistas de esas bancadas; las del liberalismo, conservadores y de la U; anuncio que significa, ni más ni menos, que están dispuestos a otorgarles más mermelada individual con el fin de obtener los votos que les aseguren la aprobación del texto original. Es decir que convertirán el debate en la repartija de más puestos y más contratos, traicionando a sus electores en la oferta de cambiar el clientelismo y la corrupción.
La estrategia tiene su fundamento, el cual consiste en que, conociendo los apetitos personales de los congresistas de esos partidos tradicionales, pero además aprovechando la coyuntura de las próximas elecciones territoriales, buscan consolidar acuerdos y pactos que les permitan coaligarse entre ellos para obtener las mayorías en gobernaciones y alcaldías en octubre.
En conclusión, el gobierno del cambio esta convirtiendo su principal promesa electoral en un nuevo conejo a sus electores, pero, sobre todo, aumentando el clientelismo y la corrupción como método eficaz para lograr sus propósitos de doblegar la voluntad del congreso. Es decir, en aplicar el conocido y perverso adagio popular de que “el fin justifica los medios”.
Si así es como pretende el presidente Petro y su gobierno del cambio sacar adelante las reformas anunciadas, nos quedaríamos los colombianos con tales reformas, pero ahogándonos aún más en el clientelismo y la corrupción. Como dicen por ahí “el diablo haciendo hostias”. Entonces sería mejor “apagar e irnos”.