Por: Ernesto Cardoso Camacho
Dadas las actuales circunstancias de la dinámica política, económica, social y ambiental que se registran en la vida nacional, el gobierno del presidente Duque y sus evidentes mayorías en el Congreso, tienen la oportunidad excepcional de construir rápidamente el consenso necesario para tramitar con urgencia las reformas estructurales que se han venido aplazando desde hace varios años.
Inclusive, la invitación a dialogar que le formulara recientemente el candidato y líder de la oposición Gustavo Petro, contribuiría a aprovechar la coyuntura de construir tal consenso, desde luego si su intención es de buena fe y no obedece a perversos intereses de cálculo político.
Además, ante la creciente polarización política entre quienes pretenden dividir a la opinión ciudadana entre izquierda y derecha, esta coyuntura permitiría a los sectores enfrentados que pudieran plantear sus respectivas visiones pensando en los más caros intereses de todos los colombianos.
Por parte de quienes buscan consolidar las coaliciones hacia los eventos electorales del año entrante, es decir, la llamada centro derecha, el centro y la centro izquierda; están en la ineludible obligación de demostrar que sus propósitos van más allá de una mecánica electoral tras la conquista del poder; formulando las propuestas programáticas con las cuales habrán de fortalecer la desgastada democracia; la institucionalidad debilitada por la violencia, la criminalidad y la corrupción; la recuperación económica, social y ambiental laceradas por los efectos devastadores de la pandemia; y en general, restablecer la confianza y credibilidad en la política como herramienta indispensable para avanzar hacia el progreso colectivo y la equidad social.
Existe ya pleno consenso en que las aludidas reformas estructurales tienen que ver con los sistemas de justicia; político y electoral; laboral y pensional; el bancario y financiero; y desde luego, estructurar un régimen legal especial para combatir eficazmente a los corruptos que son los principales responsables de todas nuestras desgracias.
El episodio recientemente superado de intentar modificar la constitución para alargar los períodos de gobernantes y jefes de los demás altos cargos del Estado; constituye un elemento aleccionador que alerta sobre las tentaciones de seguir manoseándola como ocurrió con motivo del acuerdo de Santos y las farc, donde se desconoció la voluntad popular en el plebiscito y se instauró una reforma aprobada por resolución del congreso para justificarlo.
Ninguna intención de dictadura constitucional sea de derecha, de centro o de izquierda podrá ser el remedio para nuestros males pues en tal caso resultaría peor el remedio que la enfermedad. Democracia real, sana y convivente, donde las libertades civiles estén garantizadas y se promueva la equidad social; y se ejerza la autoridad con respeto a la ley, es el único camino posible por el que debemos transitar.
Esta será la última oportunidad que tendrá el presidente Duque para demostrar su talante democrático y su liderazgo. Ojalá no lo desaproveche. Para ello es indispensable que no siga escuchando los cantos de sirena de sus áulicos que solamente buscan sus propios intereses. A Bolívar se le atribuye la célebre frase según la cual “el verdadero amigo del gobernante es el que le dice la verdad y no quien lo adula con lisonja y zalamería”.