Diario del Huila

HERMOSA REFLEXIÓN

Abr 3, 2023

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Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino

Iniciamos en el mundo entero la semana santa en medio de la más profunda polarización política y la crisis social y política en que se encuentra sumida la sociedad colombiana por el accionar gubernamental que ha sido inferior para dar respuesta a las crecientes demandas sociales que están generando un inconformismo, pero que todavía es tiempo de corregir, en la medida que se reconozcan los errores cometidos hasta la fecha para enderezar el sendero que nos conduzca a mejorar nuestro bienestar general. Estos días son de autorreflexión. Deseo compartir con mis lectores una hermosa columna que escribió el ex Contralor General de la República, David Turbay Turbay, que la publicó en las redes sociales y que lo tituló “La Lotería de la Compasión”.
Por su autorización expresa, me permito transcribirla en mi columna de opinión que se publica semanalmente por el primer medio de comunicación del Surcolombiano, El Diario del Huila: “Conmovió la historia del paraguayo que rifó su carro, para poder pagar una costosa cirugía de su hija de ocho años, en su garganta. Se realizó la rifa. Y exóticamente el ganador, en un mundo de egoísmos, evidenció la grandeza de su alma. No aceptó el premio y devolvió las llaves y el contrato del vehículo. Y dijo que su único interés era que la niña, saliera bien de la cirugía. El padre, también conmovido, rogó a Dios para que beneficiara tan gallardo proceder.

En un mundo lleno de egoísmos, en donde los males ajenos, son eso y nada más, alegra el alma este tipo de desempeños vitales, muy superiores, enormes, tonificantes, bellos, y demostradores de buena sensibilidad humana. Cada día hay menos humanidad, y más soberbia deprimente, y gigantesco egoísmo en los comportamientos de los hombres. La crisis de valores que arruinó el deber ser, es la constante del empequeñecimiento de almas por doquier. Aplaudo esta conducta paraguaya. Los paraguayos son por constitución nacional colombianos. Cosas de las guerras y de las solidaridades guerreras. Acá, escasos colombianos acreditan algo tan bueno. No dan al pobre. No siembran en el mejor estar de sus vidas. Exóticamente se registra una obra demostrativa de que algo bueno tienen en su ser, muy a pesar de las cotidianas acciones que nutren abusivamente sus desmedidos patrimonios.
Que haya una pandemia de amor solidario en nuestra patria. Que nos duela el mal que padecen los pobres. Que reconstruyamos las mejores esperanzas, que los cambios iluminen las sombras que nutren los pesimismos. Que así sea. No he sido nunca un hombre rico, pero si un ser sensible, que ha procurado siempre mejores condiciones de vida para su pueblo. Y ese tiene que ser el punto de partido para consolidar los mejores sueños nacionales. Claro que podemos cambiar esta tragedia
gigante de la insolidaridad galopante. La educación tiene que impulsar los valores que dignifican, que le dan sentido a la vida y a lo justiciero. Convido a reflexionar en el individual comportamiento. Todos tenemos que ser el colibrí del incendio del bosque, del que hablamos hace algunos días. Persistir en lo que hoy somos, seres procurando evitar una bala asesina, una instancia de justicia institucional, una reivindicación merecida, no puede ser la panorámica dolorosa de los procederes honrosos. Todos, a ser actores, de la mejor Colombia.

Todos a ser el antibiótico que sane las infecciones de las almas, que están dolorosamente afectadas por enfermedades de mal pronóstico y de real diagnóstico vital. Somos miembros de la gran familia, de la Colombia que premia lo bueno, de la patria en que los merecimientos son los certificados de los éxitos, y no solo la suerte o los privilegios, como penosamente hoy se registra en los cuatro puntos cardinales de la geografía de la Patria indolente, sin rumbo ni alternativas justicieras. Soñemos con esa Colombia.

Y actuemos para que el sueño se convierta en plausible realidad que nos alegre a todos. Sí se puede. Trabajemos para merecerlo. Seamos el extintor eficaz que apague todos los incendios que nos destruyen. La paz debe ser total, con todos y para todos. Dios nos dará la segunda oportunidad, si dejamos a un lado: odios, abusos, mezquindades. Y, sobre todo, si nuestra visión es compasiva y nuestro proceder rectificador. Difícil pero no imposible, me dijo mi compadre sincelejano. ¡¡Entre todos construyámoslo!!

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