Por: José Eliseo Baicué Peña
Los principios y valores están agonizando. Se han perdido poco a poco y ya no parecen tener ningún sentido; es más, creo que están en franca decadencia, casi devaluados y muy cerca de la extinción. También hay que entender que el contexto en que vivimos influye notoriamente.
A veces hasta parece que ser bueno pasó de moda, que ser decente y honesto es ser tonto, o hacer el oso. Al honesto le hacen bullyng, al pillo le celebran. ¡Qué cultura!!
¿Y de quién es la culpa? La mayoría de las veces se la echamos a la escuela, pero creo que todos somos culpables; los padres y las madres, porque ¡le dejamos esa tarea a la escuela cuando es en el hogar en donde se debe comenzar con las primeras lecciones. Cuando los niños llegan a la escuela ya llevan la base de su formación, ya deben saber cómo conducirse frente a los demás, cómo tratar a los adultos, a los maestros, cómo actuar en un sitio público; entender que en la calle no se tira basura, que no deben decir palabras vulgares y que el mundo no es solo de ellos, sino que le pertenece también a los demás.
Los valores nos ayudan a convivir como seres humanos y esto no debería ser exclusivamente un asunto de las grandes empresas, de grupos cívicos, clubes, gremios, de las instituciones políticas o de los profesores y adultos. Los valores deben ser la columna vertebral de la convivencia sana entre los seres humanos: los valores individuales, los valores familiares, los valores sociales y hasta los valores nacionales.
Pero si nos interesa de verdad hacer cambios positivos en nuestros jóvenes, debemos cuestionarnos cómo están nuestros propios valores: si somos honestos, probos, generosos y considerados, y lo más importante, preguntarnos de qué manera afecta a los demás una vida con ausencia de valores.
Los gobiernos, la escuela, las entidades, los medios de comunicación y por supuesto, la familia, deberían pensar en campañas, planes o programas que tendieran a recuperar estos elementos perdidos como el valor de la palabra, la responsabilidad, el respeto, y la tolerancia, entre otros.
La vida no puede seguir costando unos pesos; ni mucho menos estar en manos de cualquier semejante. Aquí valdría la pena revisar qué planes de acción deben llevarse a cabo para minimizar esta falencia. Y para ello, es preciso responder algunas preguntas: ¿qué tipo de hijos estamos formando los padres, qué clase de ciudadanos está formando el Estado, ¿cuáles son las políticas educativas de la nueva sociedad y qué están haciendo las secretarías de educación y el ministerio?
No olvidemos que en la Escuela aprendemos biología, física, matemáticas, química y sociales, pero en la Familia aprendemos a ser responsables, disciplinados, a dar las gracias, a ser ordenados, a saludar,…. Allí adquirimos una serie de valores y principios. Allí se inicia la escuela de estas importantes cualidades.
PD: ¿Para qué Día sin Carro, si todos los días hay vehículos arrojando humo sin que las autoridades hagan algo?