ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Una nueva Semana Santa esta conmemorado el cristianismo en todo el mundo. Siguen pasando los años y la tradición permanece incólume como la vigencia de la Iglesia Católica Apostólica y Romana.
Las creencias religiosas que son consustanciales al ser humano nos recuerdan nuestra fragilidad y trascendencia hacia lo espiritual. Luego de algo mas de 2 mil años la vigencia de la Pasion, Muerte y Resurreccion del hijo de Dios, nos invita a reflexionar sobre nuestra conducta personal, familiar y social. Las recurrentes tragedias que históricamente han caracterizado la evolucion humana, nunca se podrán comparar con el significado de la muestra mas contundente del amor redentor de Jesucristo en la cruz.
Acatar con sacrificio la voluntad del Padre para hacer posible la vida eterna, anunciada por boca de los profetas en el antiguo testamento, constituye un mensaje sublime que nos invita a la reflexion y a la esperanza.
Los innegables avances cientificos y tecnológicos alcanzados por la humanidad no son suficientes para explicar racionalmente el gran misterio. Solamente la fe que heredamos en el bautismo como hijos de Dios, nos induce a permanecer confiados en la misericordia divina que habrá de conducirnos de regreso a la patria celestial.
La reciente pandemia que vivimos nos hizo volver los ojos hacia el Padre Creador y Señor del universo, pues el materialismo económico y social nos habia enceguecido, llevándonos a pensar, con mucha dosis de soberbia que podriamos considerarnos iguales a Dios, olvidando que somos sus hijos creados a imagen y semejanza suya pero no iguales a El.
Con tan soberbia actitud la humanidad ha aprendido una dolorosa pero vivificante lección. Ahora reconocemos de nuevo el gran poder de Dios que nos llama a confiar en su misericordia de amor y de perdón. Esta Semana Santa de reflexión y esperanza, nos conduce de nuevo a creer en la mision divina de Jesucristo, quien vino al mundo como verdadero Dios y verdadero hombre, nacido de la Santísima Virgen Maria, por obra y gracia del Santo Espiritu, para que con el consentimiento de José, constituyeran la Sagrada Familia que seguirá iluminando la obscuridad del mundo, plagado de codicia y desenfreno donde se le rinde culto a los placeres, al egoismo y al poder.
Quienes han proclamado con insistencia que la religión es el opio del pueblo, seguirán en su ceguera espiritual, en la cual solo cabe el materialismo que destruye la verdadera esencia y dignidad del ser humano.