Por: CARLOS GONZÁLEZ PUCHE
Cada vez que se presenta en un estadio de Colombia una situación de violencia en la que se pone en riesgo la integridad de los asistentes al espectáculo deportivo, a través de los medios tradicionales y las redes sociales se pide a gritos que se sancionen a los violentos. Lo cierto es que existen una cantidad de leyes y decretos sobre el tema; sin embargo, seguimos esperando que se apliquen en su integridad para sancionar a los responsables.
Desde el 2009, con la Ley 1270, se creó la Comisión Nacional para Seguridad, Comodidad y Convivencia en el Fútbol, bajo la tutela de los ministerios del Interior, Educación, Cultura y de Coldeportes, en la cual jamás se ha permitido la participación de los futbolistas, organismo al que se le asignaron, entre otras funciones, la responsabilidad de diseñar y promover un sistema de registro para contar con la información actualizada de los asistentes a los estadios y diseñar un sistema con los datos de los infractores para impedirles el ingreso a los estadios.
A partir del 2011 se establecieron en la ley contravenciones y sanciones económicas a los infractores a quienes se les prohíbe el ingreso a los escenarios deportivos de seis meses a seis años y se modificó el Código Penal, estableciendo penas de prisión drásticas para los violentos.
En el 2014 se formuló el Plan Decenal de Fútbol hasta el 2024, que ordenó la ley cuyo objetivo primordial fue erradicar la violencia dentro y fuera de los estadios como un esfuerzo del Gobierno para vivir en paz la fiesta del fútbol e integrar este deporte socialmente, proyecto que se ha venido ejecutando parcialmente en algunas ciudades donde se juega fútbol profesional. Por ahora son esfuerzos aislados para que la política pública opere y se ejecute eficazmente.
Desde el 2015 se establecieron disposiciones especiales para reglamentar la venta, emisión de la boletería y el sistema de ingreso de los aficionados a los eventos del fútbol profesional y con ese objetivo la Dimayor anunció en el 2017 la implementación de un programa de carnetización, al cual se inscribieron cerca de 250.000 hinchas, pero no se pudo poner en marcha, según esa entidad, por la falta del sistema de identificación.
Cabe señalar que desde el 2016, en el Código de Seguridad y Convivencia, se dejó claramente establecido que, en los eventos masivos complejos, como son los partidos del fútbol profesional, la seguridad interna y externa será responsabilidad de los organizadores.
Anta la falta de herramientas para reconocer a los hinchas, en el 2022 se volvió a legislar reiterando el diseño e implementación de un sistema de control de ingreso a los estadios, asociando el documento de identidad con una boleta digital.
Curiosamente, solo unas semanas después de expedido el nuevo decreto se presentó otro hecho violento protagonizado por un numeroso grupo de seguidores del Deportivo Cali, quienes invadieron el campo de juego en el estadio de Tuluá.
A pesar de tanta regulación, hasta el día de hoy no se ha implementado ningún sistema que permita verificar quiénes ingresan a los estadios y cuáles son sus antecedentes. Mucho menos se han impuesto sanciones ejemplarizantes a los violentos, quienes continúan atentando contra la integridad de los protagonistas del espectáculo en los estadios del país.
¿Hasta cuándo vamos a permitir que continúen los violentos acabando con nuestro fútbol? Si bien es una complicada mezcla de intereses deportivos, económicos y políticos, atados a factores socioculturales en medio de una sociedad que utiliza el fútbol como un mecanismo de catarsis colectiva, no existe una real voluntad de solucionar de fondo un problema que continúa creciendo y pareciera que necesitáramos que se produzca una verdadera tragedia para adoptar los correctivos por parte de las autoridades gubernamentales y del fútbol, quienes comparten esa responsabilidad y se utiliza como pretexto que los escenarios son públicos, con excepción del estadio del Deportivo Cali.
En Inglaterra hoy son ejemplares en este tema, pero no hay que olvidar que para llegar a ello tuvieron que ocurrir tres incidentes graves en los que perdieron la vida cerca de 200 aficionados.
¿Será que algún día seremos capaces siquiera de identificar quiénes asisten a los estadios para iniciar un real proceso de erradicación de los violentos de nuestro fútbol?