Diario del Huila

¡Se desaparecen los campesinos!

Mar 23, 2021

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Por: Juan Felipe Molano Perdomo

Hablaba hoy con mi hija de 5 grado y hacíamos memoria de cómo se extinguen las especies  en cada era del planeta, y concertamos que el título de este artículo solo era comparable a este nivel por su importancia y no como cualquier desaparición de la raza humana o de una especie de la fauna entre otros, se trata de una raza tan antigua en sus oficios, que de harapos se vistieron algunos y otros tantos avanzaron en la cadena de la evolución y son los empresarios de la agricultura o los dueños de grandes fincas; De inmediato estábamos platicando de esos pocos trabajadores de la tierra que quedan en Colombia, de esos que vemos cuando transitamos por las carreteras, de esos que se encuentran en las galerías municipales ofreciendo al menudeo su mercancía alimentaria, de esos que transitan en las conocidas chivas, mixtos, a caballo o a pie, muchas veces descalzos, de esos que sus ropas están rotas por la lluvia, el sol y el trabajo arduo, de esos que nunca fueron a una escuela o nunca se graduaron en ellos, de esos que de generación en generación heredaron las tierras y aprendieron con la práctica, de esos que jamás buscaron el agua tibia para ducharse y jamás se han imaginado su descanso voluntario con una pensión a su favor, y justa por demás, de esos que entregaron la ternura de su piel al inclemente sol que tostó su rostro y sus manos, de esos que a los 70 años aún aprietan en sus manos el azadón y el machete, de esos que se niegan a dejar el oficio porque nada más los espera, esos que cada vez que llega una nueva generación a su familia, esta última decide saltar al vacío en busca de calidad de vida y oportunidades en las ciudades, ellos son nuestros campesinos; leímos juntos un artículo y supimos que nunca antes se habían censado para pensar en una política pública para ellos, pero que gracias a la tutela presentada por 1.770 campesinos y la Sentencia STP 2028 de 2018 de la Corte Suprema de Justicia, se ordenó  la encuesta de cultura política del DANE 2019, y nos sorprendimos del resultado, el campo con menos gente de lo que se creía, se estimaba de al menos un 30%, pero el porcentaje se redujo al 22,9%, y de los  48’258.494 de Colombianos solo un poco más de 11 millones viven en la ruralidad, de estos unos 2,2 millones – son niños y jóvenes entre 10 y 19 años, mientras que cerca del 28% tienen más de 50 años, a lo que mi hija acertó en decir “¡el campesinado se está envejeciendo!”, a  lo que correspondí diciéndole sin titubear,  la obligación política nacional de crear medidas dirigidas a los jóvenes campesinos, para que mermemos la cifra de  los que no saben leer ni escribir que se estima del 8.4%, que solo un 32% cree que en Colombia se garantizan los derechos del campesinado, que tienen un nivel de confianza en la institución de la Presidencia de la República solo del 31,4% y del Congreso de la República 18,8%, mientras tanto,  para el año 2050, tan solo el 13% de los colombianos seguirán viviendo en la ruralidad.

Dijo entonces ¿Qué Debemos hacer? exclamo angustiada. Le dije cambiar el Congreso de Colombia como mínimo en un 70%, para impulsar una educación pertinente, con un modelo con acento en derechos humanos y que reconozca la ruralidad como territorio fundamental para la conservación de la vida, volviendo a la escuela rural. Los campesinos no solo habitan los lugares, sino que son el vehículo para que la vida se prolongue; impulsar la ley del joven campesino, que una vez cumpla los 18 años tenga derecho automático a un cupo de crédito condonable para ocuparse en proyectos productivos en sus regiones, que sea solo la cédula y un proyecto evaluado como viable, sin codeudores y puntual seguimiento, mínimo a 5 años.

Le increpe, diciendo que ella aún tan pequeña y con su alma soñadora y yo hoy a  mis años, no sabría de  mí y del resto de colombianos, cuando mañana despertáramos sin los campesinos que ponen la comida en nuestras mesas, qué será cuando muera el último campesino y nadie proteja por nosotros los páramos ni dispute el derecho a vivir en paz con la naturaleza, o que reclame de nuevo que los campos vuelvan a poblarse con niños y jóvenes y se llenen las escuelas rurales hoy solas y abandonadas por falta de ellos.

Concluimos ella y yo,  que llego el momento de salir en busca de esa raza campesina, de salir a salvar el campo colombiano, de entender que valen más, o igual que el gran profesional, que son y serán la primera línea de importancia para el desarrollo económico del País y del Huila, se acabó la palabrería y el engaño, no más aislamiento a esa especie en vía de extinción, vamos por ellos, vamos en su rescate, vamos por su dignidad, vamos a proponer una ley que obligue al Estado a subsidiar una pensión para ellos.

 

 

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