Termina la presente semana, considerada la más difícil y complicada que ha tenido que sortear desde que asumió el mandato, ad-portas de cumplir los primeros nueve meses de su mandato como primer mandatario de los colombianos. El presidente Gustavo Petro Urrego, terminó mediante un solo trino la luna de miel que había mantenido con el Congreso de la República, dejando atrás esa avasalladora aplanadora en el legislativo que le garantizaba la aprobación de todo ese afán reformista que, desde su campaña electoral, le prometió al pueblo colombiano. Con la sacada de siete de sus ministros, completa diez en solo este periodo, lo cual desdice mucho de su accionar gubernamental y de la improvisación que ha caracterizado su accionar. Producto de la falta de una coherencia y de la estructuración de unas políticas públicas tendientes a mejorar los estándares de vida de las familias colombianas, ha generado un proceso acelerado de la pérdida de la confianza por parte del electorado, que se ve reflejado en los sondeos de opinión realizados por las empresas encuestadoras, que fueron las mismas que desarrollaron las encuestas que lo posicionaron durante la jornada prelectoral.
La arrogancia, la vanidad, la soberbia, el odio de clases, la autosuficiencia que han difundido junto a su equipo ministerial y del movimiento político afecto a su gobierno, le empezaron a pasar factura, porque los resultados han sido adversos, que están contribuyendo a desestabilizar el bienestar de las familias colombianas. El club de arrepentidos es cada vez mayor. La profunda crisis social, económica y política en que se encuentra sumida la sociedad colombiana, es cada vez mayor. Se siente amenazada por el fortalecimiento de las organizaciones criminales del país, que están desbordando la capacidad que respuesta de unas debilitadas fuerzas militares y de la fuerza pública, que se sienten inermes para contrarrestar esta violencia irracional que siempre ha imperado históricamente en el país. La extorsión, asesinatos, masacres, secuestros, bloqueos, inseguridad ciudadana, corrupción, alza mensual de los precios de los combustibles, inflación desbordada, son entre otros factores que han colmado la paciencia de toda la opinión pública nacional, que junto con las convocatorias para que se vuelva a presentar el estallido social, que imperó antes de la elección presidencial.
Esos mensajes sublímales que ha empezado a emitir en sus discursos presidenciales, cuando visita a las poblaciones en el país, han empezado a crear una incertidumbre en el mediano y largo plazo. No queremos generar pánico con estas líneas. No estamos en oposición al gobierno nacional. Pero desde esta tribuna nos preocupa realmente la radiografía que se vislumbra en el ambiente cotidiano. Queremos contribuir propositivamente para que el presidente Petro reoriente su accionar. Despréndase de sus sesgos ideológicos. Busque consensos y diálogos permanentes con todos los actores de la vida pública. Ellos también forman parte de la República.
