Por: Álvaro Hernando Cardona González
Recientemente tuvimos el honor de acompañar otra promoción del doctorado en Educación y Cultura Ambiental, que hace unos buenos años ya, la Universidad Surcolombiana, en buena hora además y con gran éxito, viene formando.
Es interesante apreciar cómo la educación ambiental aparece, como instrumento de política pública y luego, de acción ambiental, dentro de la gestión sectorial. E interesante saber que su importancia en esos tres aspectos es tal, que es una de las herramientas claramente identificables dentro de las primeras que se incluyó en los inicios de la legislación ambiental especializada de nuestro país (artículo 9 de la ley 23 de 1973 y artículo 14 al 16 del Decreto 2811 de 1974).
Definitivamente el papel de la educación ambiental, especialmente basada en el desarrollo sostenible, imprescindible como estrategia para evitar y resolver los conflictos sobre el medio natural.
Insistimos, para resolver nuestros conflictos y resolverlos, se requiere sincerar los problemas y poner el sentido común como primera medida en determinar su solución. Un ejemplo de esto, y un tema que tratemos muy pronto en otra ocasión, es lo que está sucediendo en Boyacá y Nariño como mayor frecuencia cada vez: la gente está protestando porque existen porquerizas en ciertas áreas rurales. Imagínese el lector que en el Huila llegáramos en algún momento a desear que no hubiera porquerizas; pues nos tocaría traer de otras latitudes cerdo en pie para sacrificar y hacer el asado huilense el plato típico de nuestro departamento. ¿El problema son las porquerizas o lo es que cada vez más personas viven en el campo y han rodeado las fincas donde estas actividades agropecuarias se desarrollan desde hace mucho, o lo es que estas se ejecutan sin precauciones sanitarias y ambientales mínimas? Concluiremos que el conflicto no surge porque haya una actividad pecuaria donde debe haberla.
Como tenemos una pobre descripción de la educación ambiental, una desarticulada normatividad al respecto y evitamos discutir sobre cómo ser eficientes en usar la educación para cambiar los comportamientos sociales frente al ambiente y uso de los recursos naturales, proponemos hacerlo sin aplazarlo más y evaluando, sincerando los resultados, y cómo articulamos mejor los ámbitos ambientales y educativos nacionales.
Los currículos y programas escolares y académicos deben revaluarse cuando el conocimiento sobre el planeta, los fenómenos naturales se han extremado, la información ha aumentado, las condiciones de vida en el planeta han cambiado y tenemos más globalizados medios de comunicación.
Si hoy educamos para disminuir los conflictos, especialmente los ambientales y, para resolverlos de manera más práctica y pacífica también, habremos avanzado decididamente en desarrollo sostenible.
