Por: Gerardo Aldana García
El pasado jueves 27 de los corrientes, el país tuvo dos noticias que alegraron y a la vez llenaron de incertidumbre y tristeza. Por un lado, el gremio cafetero que, en uso de sus autonomía administrativa, legal y reglamentaria, desde la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia – FEDECAFÉ, eligió a su nuevo Gerente en la persona del huilense Germán Bahamón Jaramillo, ejecutivo de respetable trayectoria empresarial y cafetero miembro de una familia dedicada al grano desde hace tres generaciones. Una designación que mereció el respeto y unanimidad de los delegados de los 15 comités departamentales de cafeteros del país, en una convergencia admirable. Se suma a la celebración de la justa designación gremial, el beneplácito de los cafeteros opitas y todo el pueblo del Huila cuya caficultura viene erigida desde hace 12 años consecutivos como la primera en volumen a nivel nacional e igualmente siempre disputando las mejores posiciones a nivel país e internacional en la calidad del grano, atributos que venían empujando y solicitando desde hace rato, le fuese asignado por el gremio, la gerencia general del organismo.
Pero el mismo día, el presidente Petro conmocionó a la caficultura colombiana y al país en general, con su twitter de desaprobación de la designación del nuevo gerente de Fedecafé, bajo la posición de que, había que esperar la posesión del nuevo Ministro de Hacienda que reemplaza al saliente y connotado economista y sociólogo José Antonio Ocampo Gaviria.
Es indudable que el duelo propuesto por el presidente Petro al desaprobar al nuevo gerente de Fedecafé, supone de entrada un escenario complejo para el devenir no solo de la caficultura colombiana sino también para el impacto de ésta en la economía nacional, dado su notable aporte en el PIB agropecuario del que representa el 15%, siendo el primer renglón de exportación, seguido de las flores y el banano. Pero la posición de Petro es doblemente preocupante, tanto por su negativa frente a la dinámica de autonomía del gremio privado consolidado en Fedecafé, como por el mensaje claramente evidente de pretender imponer a toda costa lo que es su voluntad personal y política, sin mediar lo que él mismo promulga a cada instante, es decir la democracia y el respeto de la voluntad del pueblo que, en este caso, es pueblo cafetero quien ha decidido su propio destino en la elección de su gerente. Que lío tan serio con el presidente en quien aún existe fe de que pueda hacer las cosas de forma correcta, cuando no logra entender o al menos aceptar que en una democracia hay disensos y también acuerdos, pero que la imposición a la fuerza, incluso aquella venida del ejercicio del poder formal afecta el rumbo de la vida nacional, de sus comunidades, de sus ciudadanos. Las apretadas mayorías que eligieron al presidente Petro, son las mismas que hoy le están exigiendo que modere su forma de gobernar, que revise las propuestas de desarrollo y que las concerté. Es que, si tales mayorías derivadas de los partidos políticos que lo apoyaron, contaron para ungirlo presdiente, también deben ser tenidas en cuenta y respetadas para el debate, concertación y aprobación de los temas nacionales, dentro de estos, los legislativos y por supuesto también aquellos de la caficultura en donde agricultores y caficultores de diferentes departamentos apoyaron la elección de Petro presidente.
En todo caso, la relación alterada que está proponiendo Petro al gremio cafetero, y que afortunadamente ha tenido como respuesta un tono inteligente, respetuoso y conciliatorio del Gerente elegido Germán Bahamón Jaramillo, debe llevarse por un cause de entendimiento y armonía, toda vez que Fedecafé, entre otros temas de alta sensibilidad e impacto económico, administra el Fondo Nacional del Café, el cual es una cuenta parafiscal, conformada por dineros considerados públicos, que se nutre principalmente de la contribución cafetera pagada por cada libra de café exportado (verde, tostado, soluble o en extracto). Según la Federación Nacional de Cafeteros dicho fondo es administrado por la misma, por ser esta entidad la legítima representante de los cafeteros, por su estructura democrática, su efectividad y transparencia en el manejo de los recursos. El Gobierno colombiano desde 1928 y cada 10 años ha suscrito con la Federación Nacional de Cafeteros un nuevo contrato para que sea quien administre el Fondo Nacional del Café. La captación de recursos que hace el Estado colombiano al sector cafetero se convierte en parafiscal mediante el aporte al Fondo Nacional del Café que realizan los productores para obtener beneficios colectivos. Esta contribución es de 6 centavos de dólar por cada libra de café verde exportado, US¢ 1,08 para café tostado, US¢ 0,48 para café soluble y US¢ 0,36 para extracto de café.
Como no va a ser de respeto la autonomía de este gremio, ejemplo para el mundo de la agricultura y la economía del país y el mundo, dado que, como cuenta especial, el Fondo Nacional del Café, administrado por Fedecafé, se creó el 22 de noviembre de 1940 mediante el Decreto 2078, y su manejo y administración a cargo de la FNC se formalizó mediante un contrato suscrito con el Gobierno en diciembre de ese mismo año. El propio gremio a través de Fedecafé señala que los antecedentes de la parafiscalidad cafetera se remontan a 1927, cuando se estableció un impuesto a las exportaciones de café de destinación especial, ya que los recursos recaudados sólo podían utilizarse en beneficio de la caficultura colombiana y de la promoción y comercialización del grano dentro y fuera del país, entre otras actividades. Desde ese mismo año el legislativo confió a la Federación Nacional de cafeteros la administración, el recaudo y la inversión de los recursos del gravamen, cuya regulación puntual se formalizó mediante un contrato suscrito en abril de 1928, con la posibilidad de prorrogarse por períodos de 10 años.
No obstante, el poder y beneficios logrados de manera juiciosa durante décadas por el gremio cafeteros y materializado en Fedecafé, son admirables y de orgullo empresarial nacional, es igualmente del todo cierto que el poder del presidente puede coadyuvar a sostener y mejorar la dinámica del gremio, como también puede ensombrecer su atmosfera desde las políticas y medidas que dicte desde carteras ministeriales como Hacienda, y Agricultura y Desarrollo Rural.
Esperamos los colombianos que el buen juicio se siente a la mesa del presidente Petro y que acuda a su admirable intelecto y sensibilidad, para la comprensión y aceptación de la diferencia, elementos inmersos en su programa de gobierno que lo llevó a la Casa de Nariño y que se advierten en la médula del Plan de Desarrollo 2022 – 2026, “Colombia, Potencia Mundial de la Vida”.