Aníbal Charry González
Después del llamado balconazo del presidente Petro el pasado primero de mayo, donde afirmó que “ el intento de coartar las reformas puede llevar a una revolución” reclamando el apoyo popular para presionarlas pacíficamente, generó inmediatamente una reacción de mala fe como lo hicieron muchos politiqueros, columnistas y editorialistas de los medios de comunicación al servicio del establecimiento, cuestionándolo como un mal mensaje que llamaba a agudizar la polarización -en un país que ha vivido permanentemente polarizado por la dirigencia política tradicional como generador de violencia para mantenerse en el poder-, sindicándolo pérfidamente de querer saltarse la institucionalidad acudiendo a las vías de hecho si las reformas no eran aprobadas.
Pues bien: el Presidente tuvo que acudir a explicar el verdadero significado de su mensaje de que la etimología de “revolución es seguir evolucionando”, y que su advertencia con la palabra revolución no implicaba acciones de carácter violento ni a desconocer la institucionalidad, que de hecho viene respetando y acatando como demócrata elegido limpiamente, sino a hacer un llamado a la ciudadanía perfectamente válido en una democracia, para que se manifieste en apoyo a sus reformas, en el entendimiento de que “ el Congreso representa la sociedad y parte de esa sociedad quiere los cambios y el Congreso olvida eso. Piensan que ya no hay un pueblo y lo pueden desconocer”, para dejar su mensaje en su correcto sentido, frente a la reacción torticera del establecimiento que sí busca mantener la polarización generadora de violencia tergiversando las cosas y metiendo miedo para seguir en el poder.
Y es que la actitud del presidente Petro como liberal socialdemócrata, nos hace recordar a otro presidente de su estirpe Ideológica, considerado como el gran reformador del siglo XX, y uno de los más destacados presidentes de nuestra convulsionada historia, Alfonso López Pumarejo, que no era un guerrillero sino un estadista de las élites que entendía cabalmente el ejercicio de la política como arte de gobierno en beneficio de nuestro pueblo, también llamó al apoyo popular para sus reformas sociales que el denominó como de la Revolución en Marcha para lograr por medios pacíficos lo que solo se podría lograr por medios violentos, que significaba simplemente una evolución como bien lo denominó el presidente Petro, frente al estado feudal de entonces que desgraciadamente sigue manteniendo ese rótulo por la terquedad de las élites voraces para desarrollar el capitalismo en un auténtico Estado social y democrático de derecho.
Y es que López Pumarejo como lo ha hecho Petro ahora, también fue tergiversado por ese establecimiento feudal y violento como comunista y revolucionario para tratar de impedir las reformas, especialmente la más audaz que implicó un reforma constitucional en el campo agrario atribuyéndole una función social a la propiedad de la tierra, con el fin de que no sirviera de generador de violencia, que desgraciadamente por cuenta de la tozudez de terratenientes y élites privilegiadas de siempre, sigue siendo el gran detonador de la violencia que quieren mantener oponiéndose marrulleramente a las reformas sociales que nuestro pueblo urgentemente necesita.
