Diario del Huila

Entre la prepotencia y la adulación

May 6, 2023

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AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO

El ser humano siempre ha sido y lo seguirá siendo, víctima de dos fenómenos heredados por nuestra formación social y humana que van desde la prepotencia y terminan en la adulación, quizá como parte del fenómeno clasista y de la vieja huella de los esclavistas y de aquellos que, desde un pírrico y transitorio momento de poder, no dejan de exigir y demandar de los otros, como siervos y lacayos, su adoración y su lisonja.

Este fenómeno se repite, se replica y se vive con intensidad en todo nuestro país, y es usual y casi que algo muy efectivo y efectista, que haya dirigentes gremiales, políticos y por qué no judiciales, que estén a toda hora y momento, exigiendo y demandando de los otros, esa actitud retardataria que muchos tildan de respeto, pero que es una forma de acoso social, laboral y económico, y que no nace, sino que se impone por el rol protagónico que se tiene en un grupo social.

Dirigentes que por extrañas consecuencias han llegado al poder, generan esa actitud, que como me comentaba una mujer, se debe asumir y se debe soportar cuando el gran ejecutivo es una persona que de una manera absorbente exige, impone y demanda, hasta tal punto que se ha convertido en una constante, es la prepotencia y la adulación que exige y raya en la vulgaridad y en la exigencia desmedida de un poder, que tarde o temprano ha de demostrarles que los desmanes administrativos o funcionales terminarán, cuando haya una voz que no se amilane y sepa direccionar sus actos para establecer los linderos entre el poder, el don de mando y sobre todo, para buscar que se cumplan los postulados de respeto y de igualdad de los seres en sociedad.

Quiero insistir en que hay arrogancia cuando no se admite un cuestionamiento, cuando una persona acredita en su forma de ser un desprecio hacia otro y hacia otros, cuando no considera a los que le sirven o cuando considera que todos los que le rodean son de una condición humana inferior a la suya y, sobre todo, que los apadrinados con los que siempre cuenta esa persona, hacen parte de un séquito para fomentar y propiciar esa forma de ser.

Un maestro en alguna ocasión al hacer alguna consideración sobre el tipo arrogante y adulador, advertía que generalmente los seres humanos tenemos la necesidad de que se cuestione o se indague o se pida una información sobre el desempeño de una función, manifestaba que quien tiene la actitud de preguntar y de indagar sobre un camino, una solución o una decisión, es la persona indicada para poder construir y desarrollar todo un proceso de rectificación y de valoración del trabajo que se haga o que se esté gestando. Así de sencillo, cuando me pregunta y debo indagar o debo explicar, me libero de las angustias por el éxito o fracaso de mis propios proyectos. 

Por lo anterior, no es extraño que a muchos se les califique de borregos, de seres aduladores y de arrodillados cuando de aplaudir o de aceptar al otro, sin sentido alguno, y siempre, bajo el pretexto de agradecer o de convalidar con dádivas pequeñas, las afrentas o los daños que se le hacen a las grandes mayorías.

El poder político de nuestro país y sin lugar a dudas, las agremiaciones que se pronuncian con sus “presuntos líderes” que hacen alarde de una moral y de una ética que solo la han leído y no la conocen ni la practican, hacen parte de un proceso histórico al que no podemos desconocer el daño social que a la Colombia, le están haciendo estos personajes siniestros para la economía y la sociedad en general, ya que han llegado al aberrante espectáculo de fomentar la corrupción y propiciar la ausencia de transparencia en sus actos, que al negarse a revisar sus actuaciones solamente están ocultando los linderos oscuros de su propia actuación.

Es hora de revisar nuestros elementos sociales, de revisar nuestras actitudes y saber que no debemos claudicar o desistir de nuestras intenciones, pese a la forma como se nos vienen encima, cuando queremos luz y claridad en los actos del otro y de los otros. Eso es sencillamente propio de seres racionales: no comer callados y cuestionar hasta tener la certeza de que no participamos como idiotas útiles en la construcción de un grupo social al que hemos sido elegidos o hemos sido llamados a hacer parte de él.

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