Por: Adonis Tupac Ramirez
Esta semana continuamos con la segunda parte.
Ezio me preguntó de dónde era, le contesté que de Colombia, me siguió interrogando y quiso saber por qué estaba en Milán estudiando y por qué había escogido estar ahí, le conté que el Instituto Europeo de Oncología era uno de los mejores centros del mundo y que en esos momentos en mi país no existía un programa de especialización. Seguimos hablando todos los días, hubo conexión y pedí realizar las curaciones a diario. Él quería conocer acerca de Colombia, de mi ciudad, mi familia, que le hablara de la comida, las personas, los sitios bellos de mi país y los no tan bellos. Me corregía cuando hablaba y me enseñaba de su idioma. En definitiva, fue una relación estrecha y con él me sentía tranquilo sino hablaba bien porque sabía que aprendería. Yo también le pregunté por su familia, por su sitio de nacimiento y por lo que había vivido, pero jamás esperé oír las historias que luego me contó.
Había nacido en un pueblo cercano a Milán, al norte de Italia, cuando niño tuvo que vivir la segunda guerra mundial, tenía 8 años y su pueblo había sido víctima de los bombardeos. Había visto a vecinos y amigos muertos, me contó cómo después salían a la calle y en su inocencia, junto a sus amigos, jugaban en medio de los escombros y recorrían los campos vecinos buscando vegetales o verduras para llevar a sus casas y comer. Vio a uno de sus amigos más cercanos muerto en medio de los escombros, esa imagen lo marcó. Incluso me lo contó, en medio de las lágrimas, cuando tuvieron que irse hacia los bosques y ocultarse durante un buen tiempo. Así perdieron su casa y pasaron varios meses antes de retornar al pueblo. Sintieron el hambre y el miedo de la muerte, lo que en un niño aún es difícil de interpretar. Me contó sobre la guerra en primera persona, historias que jamás pensé conocer, sus ojos azules de mirada cristalina acompañaban esas historias, le dije que yo había leído mucho de la segunda guerra mundial, pero que sus historias jamás se podrían comparar a lo que se describe en libros. También lloré escuchándolo, sentía en esos momentos la dolorosa nostalgia que lo invadía. Agradecí poder escucharlo, su paciencia y sus enseñanzas, ellas quedaron grabadas en mi memoria. Días después fue dado de alta, lo volví a ver en varios controles posteriores y siempre fue afectuoso y demostraba una gran humildad