Por: Gerardo Aldana García
El nuevo rumbo que viene tomando el control de zonas rurales colombianas por cuenta de organizaciones diferentes a las autoridades regulares del Estado, señala para sectores como el turismo rural y el cafetero, entre muchos otros, afectaciones sensibles derivadas de la limitación al ingreso de toda clase de personas en algunos territorios del país. Como lo señalaba el diario La Libertad en su edición del pasado 12 de mayo, se trata de la exigencia de una especie de doble cédula; una, la que otorga la Registraduría Nacional del Estado Civil y la otra, una especie de carné, que sería expedido por organizaciones autorizadas por grupos con presencia en diferentes veredas y corregimientos. La discusión del enorme peso en el orden público que tiene esta medida en los entornos rurales pasa por ineludibles interrogantes como: ¿en dónde está el control omnímodo y autónomo del Estado? o ¿este control de grupos está soterradamente autorizado por el gobierno? o ¿dicha presencia forma parte de la nueva política de seguridad del gobierno nacional?; sea cual sea la respuesta, es un hecho insoslayable que la medida de control en las zonas rurales trae indefectiblemente consecuencias preocupantes en momentos tan precisos como son, el interés de turistas nacionales e internacionales por llegar a los atractivos que agencias de viajes ofertan en el mercado. Es entendible que el turismo va a tener una depresión derivada de la cancelación de la decisión de viaje del turista que, al conocer la medida de control en zona rural, puede cambiar automáticamente la preferencia de viaje, pues sentirá, ante todo, que su seguridad personal puede verse amenazada.
Los gremios, entidades del Estado colombiano y empresarios privados, vienen haciendo ingentes esfuerzos por consolidar sus destinos turísticos, mejorando la infraestructura turística y de amoblamiento como hoteles, restaurantes, vías, parques, servicios culturales, y formulando productos turísticos que llegan al mercado con la esperanza de atraer el turismo receptivo. De hecho, un proceder como este, es justamente el que se encuentra en la perspectiva de alternativa económica propuesta por el presidente Petro para que la llamada Industria Sin Chimeneas – El Turismo, reemplace al sector petrolero por cuenta, dice el presidente, éste último contamina drásticamente al país y al mundo. El hecho es que, el control alterno al ejercido por las fuerzas del Estado, lastima sensiblemente al turismo. La revista Semana en su publicación del pasado 16 de mayo, destaca que: Estados Unidos lanza grave alerta para que “reconsideren” viajar a Colombia. Habla de ataques terroristas en “restaurantes, hoteles y aeropuertos”. Según el importante medio noticioso. Por supuesto que los registros noticiosos de diferentes medios colombianos señalan muchas otras regiones en donde la situación es similar.
Pero además de la preocupación en torno al turismo, se suma la recolección de cosechas como la cafetera que, en zonas productoras de alta relevancia como el Huila, primer productor del grano a nivel nacional puede hacer que los dueños de fincas, pequeños, medianos y grandes productores de café, se vean privados de la oferta de mano de obra para la recolección del café maduro en los cafetales. Los chapoleros, como también se les llama a los encomiables recolectores del grano, podrán sentirse disuadidos de llegar al territorio por razones asociadas a su propia integridad física, lo cual no es bueno para la economía del cogedor de café, del cafetero y tampoco para la economía regional y del país en general.
La esperanza está cifrada en la capacidad del pueblo colombiano para enfrentar situaciones que como esta ha tenido que lidiar durante décadas del conflicto que, tuvo un lapsus de descanso luego del proceso de paz, pero que, cual felino mortal, se renueva a cada instante. Nietzsche decía que, todo aquello que no te mata, te hace más fuerte.
