Por: María Clara Ospina
El oro fue uno de los motores que impulsó la conquista en los territorio descubierto por Cristóbal Colon, en nombre de Dios y de la Corona Española. Fue también uno de los episodios más dolorosos de dicha conquista. En su nombre se cometieron los peores crímenes de ese capítulo de nuestra historia y uno de los mayores expolios de un reino invasor sobre los reinos e imperios avasallados, entre ellos nuestras culturas, ricas en este ambicionado metal, como fueron los muiscas, taironas por mencionar solo dos de muchas.
La fiebre por encontrar “el dorado” se apoderó rápidamente de los conquistadores y de sus coterráneos europeos, quienes, durante los siglos consecutivos se llevaron a España todo el oro posible para financiar sus excesos, en especial sus guerras.
Tristemente la maldición del oro no ha desaparecido de Colombia. Hoy no son los conquistadores los saqueadores; hoy son los mineros ilegales, financiado por mafias poderosas, que están arrasando con ríos y selvas, dejando tras de sí grandes extensiones desoladas por sus máquinas y envenenadas por peligrosos productos utilizados en la explotación aurífera.
El precio del oro en una década ha aumentado un 560 %. La onza que costaba $340 USD en marzo del 2013 hoy cuesta, en el mercado internacional, aprox. $1.912 USD.
En un excelente artículo la periodista Sabina Nicholls Ospina, nos comenta: “Estas cifras podrían ser una excelente noticia para cualquier país minero, pero como no todo lo que brilla es oro, para Colombia representa un enorme desafío. La ilegalidad que se mueve alrededor de la producción del oro, impulsada principalmente por grupos criminales, opaca el brillo del oro colombiano convirtiéndolo en amenaza para la seguridad nacional e internacional y para el medio ambiente.” (Diálogo, mayo 25, 2023).
Las cifras publicadas por Nicholls son contundentes: “Colombia es hoy el 16.º mayor productor de oro en el mundo y tercero en Latinoamérica, según el ranking mundial Statista. Sólo en el 2022, el país exportó 70,7 toneladas de oro por valor de $ 2.975 USD millones, según cifras de la Agencia Nacional de Minería de Colombia.”
Continúa “De acuerdo con fuentes especializadas, grupos integrados por antiguos paramilitares, las llamadas disidencias de guerrillas y delincuencia común, con el preciado mineral, están adquiriendo millonarios ingresos para financiar sus actividades criminales y desatando al mismo tiempo altos índices de violencia entre mineros y pobladores, además de un muy preocupante impacto ambiental.”
La Periodista Nicholls continua: “Para la Defensoría del Pueblo, el oro como actividad criminal está desbordado y el grupo armado ilegal que más ha sacado beneficio es el Clan del Golfo”. “(…) A mediados de 2022, la Contraloría General de la República de Colombia, lanzó su voz de alerta cuando afirmó que el 85 por ciento del oro que exporta Colombia es producto de la minería ilegal”.
La propuesta de “Paz Total” del gobierno de Petro, incluye negociaciones con los grupos armados que controlan gran parte de la minería ilegal. ¿Qué puede ofrecer el gobierno a estos criminales para que dejen tan lucrativo negocio? Es claro que poco o nada les interesa el poder político o la paz y que, es poca la meya que las fuerzas gubernamentales han tenido en su contra.
Recomiendo leer la totalidad del artículo de Nicholls, ¡es escalofriante! El oro cubre una vez más a Colombia con su hado maldito.