Por: Gerardo Aldana García
Cada año en el mes de junio, el Huila llama la atención de Colombia, El pretexto: las fiestas del Sanpedro cuya imagen de certamen cultural nació de la mano con la interpretación del aire dancístico denominado El Sanjuanero Huilense. En opinión de huilenses de vieja data, de aquellos que ayudaron a fundar las festividades y que las gozaron desde sus orígenes en los 60, cada año se nota una merma en la intensidad y calidad de la puesta en escena de los matices de identidad cultural del pueblo opita, todo por cuenta de la atracción que ejercen los shows de orquestas y artistas de otras regiones del país, a veces de otras naciones, que desvían la atención de propios y turistas hacia el espectáculo, dejando a un lado la oferta cultural que se promueve con menor volumen. ¿Los entes seccionales y locales, cuyos gobernantes propusieron en programas de gobierno iniciativas de preservación y promoción cultural, pierden sistemáticamente el foco de lo que es cultura, justo en el momento de sus inversiones en los planes de acción? Se confunde una rumba de música tropical, ranchera o reguetón, con la identidad del rajaleña, el sanjuanero, el bambuco tradicional , la pintura, la literatura o las composiciones locales interpretadas por las bandas municipales. Y con este tipo de rumbas de aguardiente en exceso, despecho y accidentes por alicoramiento, lucen cumplidores de las metas de sus planes de desarrollo.
Sin embargo, gobernantes y ciudadanos, padres de familia, así como empresarios que dicen querer al Huila, se preguntan: ¿y por qué los jóvenes no bailan sanjuanero, pasillo o rajaleña? ¿Qué ocurre que, cada día hay menos jóvenes interesados en la composición musical? En los medios de comunicación se escuchan locutores y periodistas que hacen las mismas preguntas, desconociendo que, justamente en la programación musical en radio y televisión, lucen por su ausencia los espacios dedicados a los ritmos y manifestaciones culturales propias de la identidad regional. Parece ser que este tipo de oferta en el medio, no da pauta publicitaria, entonces entre todos asistimos a la muerte de estos matices identitarios. En una versión del concurso nacional de interpretación musical Mono Núñez en Ginebra – Valle, hace cerca de veinticinco años, ganaba un grupo santandereano que luego sacaría un disco compacto con su música, titulado: Música para Bailar con el Píe Izquierdo. Uno de los temas que le dieron el triunfo en aquel certamen, en un tono de crítica social decía: Yo no bailo la guabina, porque no la se bailar. Cómo quieren que baile si nunca la escucho por la radio. Ustedes están locos, muy locos, relocos. Y vaya que tenían y tienen razón estos artistas. Las escuelas de formación artística y cultural, que afortunadamente se resisten a desparecer, mérito de una Secretaría Departamental de Cultura que ha sostenido durante décadas este programa, deben ser fortalecidas con recursos económicos y talento humano para la instrucción. Son un laboratorio para mantener viva la identidad cultural local y regional.
Esperemos que los nuevos gobiernos se pellizquen, se preocupen y actúen asertivamente sobre la revisión de la forma como se viene conduciendo la cultura en el Huila, esforzándose por volver a lo más original, a aquello que nos marca como pueblo desde tiempos incluso anteriores a la conquista y que pervivieron por décadas después de ésta, hasta que, la cultura – espectáculo apareció para arrasar cualquier vestigio de lo vernáculo, de lo raizal, impidiendo, entre otras cosas, que el ritmo del sanjuanero se vea privado del alumbramiento de hijos capaces de bailarlo con alegría y dignidad.