Alvaro Hernando Cardona González
Hace relativamente poco aprendimos que es prudente hablar de “agua” y no “las aguas”; porque como sucede con la absurda (por decir lo menos) distinción entre mujeres y hombres, rompiendo el principio de igualdad real entre los dos géneros, cuando se dice “todas” y “todos” pese a que hablamos de la especie humana (de la cual hacen parte los dos géneros), el agua es un recurso natural renovable y no dos o más. Otra cosa son las calidades o incluso, tipos de agua.
También hace poco, en el ánimo de acelerar alcanzar el desarrollo sostenible mundial, que se acordó por las Naciones Unidas desde 1987 cuando la Comisión Brundtland lo formuló, el orbe decidió que había que trabajar en lo que se ha dado en llamar “economía circular”. Porque esta generación del absurdo, o generación idiota, como la denomina Agustín Laje, sigue negando la estrecha relación, más aún, la inescindible relación, que existe entre ambiente natural y economía. Y es que efectivamente la economía circular, el reúso, el desarrollo sostenible lo único que reflejan es esa relación. Lo cual a su vez explica la necesidad de pensar en la innovación para hallar formas de circular y reusar el agua de manera eficaz.
Aunque Colombia cuenta con una gran riqueza hídrica, la distribución en el territorio no es homogénea. De ahí que tenemos polos de desarrollo urbano (56 % de la población) en zonas con alto estrés hídrico. De hecho, la demanda hídrica en Colombia es de 37.308 millones de m3/año y se concentra en los sectores agrícola (43,1 %), de energía (24,3 %) y pecuario (8,2 %) de acuerdo con el Estudio Nacional de Agua (ENA) del Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM).
Es ya evidente que el uso eficiente del recurso hídrico es un tema crítico para gobierno, empresas y ciudadanos. Pero hay que sincerar los problemas y tener el valor como sociedad para ejecutar las acciones que realmente pueden solucionarlos. Porque tenemos que enfrentar retos enormes. Por ejemplo: ¿qué hacemos con explotaciones mineras, petroleras, agrarias y pecuarias en páramos y otras áreas cruciales para el ciclo y la conservación del recurso ¿dejaremos que las ciudades, centros poblados y ocupación del suelo rural siga siendo ocupado de manera irracional? ¿seguiremos alcahueteando usos irracionales, incluso de los “pobres”, aún a sabiendas de que estos con los que más desperdician?
No es fácil, más cuando en Colombia hay polarización y politiquería, en vez de políticas públicas, para manejar lo gubernamental. Lo cual, en el ámbito ambiental es hasta pecaminoso, pues lo que está detrás es la salud y la vida de todos, sin distingos.
Urge un desprevenido Acuerdo Nacional por la protección del agua. Que sincere los problemas y las dificultades como hemos sostenido. Que adopte una auténtica política pública nacional hoy inexistente.
