Por: Amadeo González Triviño
La tradición cristina ha mantenido un especial acto de conmemoración anual denominado SEMANA SANTA. Es parte sintética de ese proceso que se relaciona con la muerte de Jesús y la forma como se enfrentó al dilema existencial de la crucifixión como la sanción que se le impuso, frente a la opción de escoger entre un criminal o un ladrón y un pregonero de la reflexión y de la confraternidad, bajo el lema de amaos los unos a los otros.
Y con el paso del tiempo esta época variable cada año, según se dispuso en el calendario canónico, adoptado en el Concilio de Nicea en el año 325 y/o a partir del cálculo astronómico o como hacen las iglesias regentadas por los ortodoxos. Por eso anualmente tenemos fechas dispares entre los meses de marzo y abril respectivamente. En esta ocasión, se conjugan ambos meses y al terminar uno, empieza con el otro.
Para muchos seres humanos, esta temporada se ha convertido realmente en una posibilidad de convocar a vacaciones, a paseos, a descansar, y como se decía por esa forma de repetir de los colombianos, se torna es en un proceso de parranda, de vicio, de lujuria y de mucha diversión, contrastando forma radical con la razón de ser del mismo.
Y muchos consideramos que este periodo de reflexión y de acercamiento al otro, es más fructífero si logramos consolidar todo un proceso de culturización, un proceso para la lectura, para el estudio y el reconocimiento del arte y de las artes, como la forma de espiritualizar al ser humano en una sociedad que ha perdido los derroteros de la ética, de la moral, de las buenas costumbres y que a cambio de todo este proceso, se ha desmoronado por la corrupción, por el delito, por la impunidad prohijados todos ellos desde las altas esferas del poder político, gubernamental, judicial y de los entes de control.
Entonces cuando pasamos de la parranda santa a la búsqueda de una verdad en el más allá, en la espiritualidad que nos convoca al afecto y a los sentimientos, encontramos una gran brecha que se cierne sobre las personas, con diferentes interpretaciones, que se acomodan al gusto, al deseo, a la lúdica y a la pasión que cada quien tiene de la vida y de su entorno, como de los seres que le rodean y de los sueños que alimentan.
Por nuestra parte, consideramos que es hora de regresar por el sendero de la espiritualidad a partir de nuestro compromiso con nosotros mismos, para que con la lectura, escribiendo o participando de nuestros sueños y de nuestras ilusiones, transformemos culturalmente a la sociedad, hagamos posible que nos integremos en la creación de una conciencia sólida sobre la forma de enfrentar los dilemas sociales y luchar mancomunadamente de esa tendencia que los grupos dominantes han erigido en contra de la paz y la convivencia social, al establecer parámetros que nos distancian y nos alejan de ser ciudadanos de bien, ciudadanos que conocemos y defendemos nuestros derechos.
Tristemente nuestro Estado social de Derecho ha sido alimentado por la desidia de la administración pública, por distraer el patrimonio público y llevarlo por el sendero de los intereses particulares, es la base esencial que tiene que generar nuestro rechazo y nuestra lucha, para que en conjunto emprendamos las tareas que hagan posible revivir las esperanzas de encontrar al menos, un instante, un momento, la reconciliación nacional, la paz entre todos y la concordia nacional.
Convocamos a aprovechar los espacios culturales y no pasar por alto, que la Semana Santa, es parte de ese proceso cultural de los pueblos que debe ser enriquecido y fortalecido en la unión y en el respeto del otro.