Álvaro Hernando Cardona González
La semana pasada, el periodista, escritor, premios Casa de América Latina de Portugal y Wola-Duke en Derechos Humanos, Héctor Abad Faciolince, en su columna de El Espectador (sección Opinión) titulada “De la paz total a la pelea perpetua”, hacía unas reflexiones refiriéndose al actual Gobierno Nacional sosteniendo dos cosas: 1) “Cuanto más tiempo le dedique uno a pelear en cualquier actividad, menos cosas se hacen y más nos distraemos de lo que queremos alcanzar.” Y, 2) “Hasta ahora lo que está consiguiendo es convertirnos en el paraíso de la discordia, el resentimiento y la pelea perpetua.”
Creemos que es reflejo de cómo el país persigue la “paz”. Y sobre eso nos referimos hoy. Sobre todos aquellos que persistieron o persisten en la terca obsesión por claudicar el Estado por la vía de hacerlo con la Justicia, pilar de democracia, de libertad y de protección de deberes y derechos (en ese orden).
Leer a Abad, nos recordó unas remembranzas que incluyó Alejandro Gaviria (ex candidato y ex ministro) en su libro “Siquiera tenemos las palabras” (editorial Ariel, p. 90) refiriéndose a George Orwell. Un autor que se opuso por igual al nazismo, al comunismo y al imperialismo, y que como dice Gaviria, “Fue una figura incómoda para los extremistas de izquierda y derecha, siempre dispuestos a perdonar las felonías de sus compinches ideológicos”.
Compartimos con Abad Faciolince que si uno manifiesta permanentemente que la vida es una guerra, lucha, y rebeldía permanentes, es un experto en guerrear y nada más. La lucha deja de ser un medio y se convierte, en fin. Logrando “que el resumen de la vida serán entonces las luchas y no los logros”.
El líder de una democracia, debe dejar de decir que es demócrata si no actúa como tal y escuchar a todos sin distingos, e incluso a aquellos que no están de acuerdo con él. No importa si es el presidente, el gobernador o el alcalde. Muchísimo menos, si es congresista, diputado o concejal, pues representa a personas con mayores afinidades y más cercanos intereses. Intereses y anhelos que puede apreciar cerca: la pobreza, las necesidades de crecer económicamente para vivir mejor, educar mejor a sus hijos, alimentarse mejor, tener mejor salud, y poder viajar más y disfrutar más de la vida corta que tenemos los humanos. Detrás de eso está también asegurar un mejor ambiente natural, pues se arrojarán menos residuos y menos vertidos, habrá menos emisiones sonoras y atmosféricas, se necesitarán menos recursos naturales. Y habrá menor impacto ambiental.
¿De qué hablamos? Pues de paz, la esquiva paz; anhelando una auténtica, total y estable. Por eso, dejen de ser tercos señores políticos, y sean más coherentes con lo que tanto nos dicen y dicen querer para todos los colombianos. Hablen de paz, hablen en tono y con palabras de paz, y obren en paz y amigablemente…por favor.